Si usted estaba entre quienes pensaban que la crisis había cambiando algunas cosas, mejor piénselo dos veces. Mientras la tierra prometida del mercado y la desregulación se desmoronaba sobre nuestros impuestos, guardaron silencio. Pero lo hicieron por soberbia, no por arrepentimiento. No podían culpar a los sospechosos habituales. No había gobiernos liberales a quienes reprochar haber abusado del déficit para proveer al insaciable proletariado de bienes de lujo, como escuelas infantiles o centros de día. Tampoco podía culparse a unos trabajadores que habían mantenido sus incrementos salariales a la par que la inflación. Mucho menos a la política fiscal que ha proporcionado las mayores bajadas de impuestos en décadas. Fue la posibilidad de que acabáramos echándoles la culpa sobre sus teorías exotéricas y sus leyes de la economía de la señorita Pepis lo que ha mantenido a los contables en silencio.

Pero, como dijo Bob Dylan , los tiempos han cambiado, y como dijo Shumpeter , el capitalismo siempre renace más fuerte y más libre tras cada crisis. Los mercados rezuman vida, pero la economía real supura paro. Ahí están de nuevo, sin complejos. Los mismos contables que no calcularon la recesión imparten ahora los 10 mandamientos para salir de ella o pudrirse en el infierno. Con idéntica soberbia, con la misma ausencia de misericordia. Son los trabajadores mal formados y poco competitivos quien ponen en serios aprietos a los divinos mercados con su patética y humana ineficiencia. La solución también es la de siempre: que se maten entre ellos.

A los jóvenes se les priva de derechos con un precontrato de servidumbre. Bien debiera bastarles con la satisfacción del trabajo bien hecho. A los viejos se les estiran un poco más los trabajos forzados. A quienes ya disfruten de trabajo y contrato se les aplica el clásico comunismo de mínimos: hacia la igualdad por la rebaja, la miseria y la sumisión. Al final resultará que Marx tenía razón. Los contables gobiernan el mundo y todo se reduce a aprovechar mejor las plusvalías de las rentas del trabajo.