Dice ahora la OMS que ve cada vez más improbable una segunda ola importante de coronavirus. Y sería una buenísima noticia, si el mismo 12 de este mismo mes de mayo la misma OMS no hubiera visto probable otra oleada de coronavirus. Afirma el mismo organismo que la vacuna no llegará hasta el año que viene. Sin embargo, también he leído en medios serios y nada sospechosos de mentir que los primeros resultados positivos podrían llegar en otoño según otros tantos expertos. La verdad es que si nuestros ya entrañables Illa y Simón nos tienen acostumbrados a titubeos y explicaciones delirantes, es sin duda culpa de la OMS y de que este virus como el niño amor de Quevedo, es en todo contrario de sí mismo.

Nuestro presidente, por su parte, en su ya normal de toda normalidad charlita semanal nos aconseja adaptarnos a la nueva normalidad. Y no piensen los mal pensados que eso es adaptarse a que en un país democrático un ministro apuñale la separación de poderes cesando a quien no le ha informado de lo que tenía expresamente prohibido informarle. Básicamente, la nueva normalidad consiste en tener miedo de todo lo que suponga cierto grado de afectividad social y de gusto por la vida en su parte más epicúrea. En mirar de recelo por la calle a los ciudadanos por ver si son obedientes o no. En grabar de estranjis las mesas de las pocas terrazas que se atreven a abrir y llevar una calculadora de centímetros en nuestra psique que lleva inscrito con machacona insistencia: distancia de seguridad, distancia de seguridad, distancia de seguridad.

Ahora, los mismos que nos conminaban al aislamiento indiscriminado nos regalan pan, fútbol y vacaciones por España. Como limosnas a la plebe. Pero tenemos el recelo incrustado en el alma como el duelo de los muertos ocultados.

A mí me entran ganas de hacerles caso. Si no fuera porque son los mismos que han borrado de un plumazo dos mil muertos, los mismos que nos dijeron que mascarilla no cuando ahora multan por no llevarla y los mismos que ocultan los nombres de quienes llevan casi tres meses dirigiendo nuestros destinos.

*Profesora.