Los partidos democráticos y los gobiernos español y vasco han dado, como no podía ser de otra manera, una contundente respuesta a la entrevista con la dirección de la banda terrorista ETA publicada ayer por el diario Gara. Incluso los dirigentes de las formaciones nacionalistas vascas del Partido Nacionalista Vasco y de Eusko Alkartasuna dejaron en un segundo término sus habituales proclamas en la celebración del Aberri Eguna (Día de la patria vasca), para descalificar de forma intachable la presencia de un grupo violento que quiere incidir, de forma notabel, en la política de Euskadi.

El tono de las declaraciones de los portavoces del grupo terrorista indica hasta qué punto ETA ha perdido la perspectiva para plantear desde su manifiesta debilidad condiciones al Estado de derecho.

Afirmar que el atentado ocurrido en el aeropuerto de Barajas no tiene por qué haber roto el proceso es un análisis aberrante. Asimismo, la afirmación de que la banda terrorista "tendrá en cuenta" que la izquierda aberzale se quede fuera de las elecciones municipales del 27 de mayo es una amenaza intolerable ante la que simplemente hay que hacer oídos sordos, por más que sea el presagio de posibles atentados futuros. Hasta el lendakari, Juan José Ibarretxe, o el presidente del Partido Nacionalista Vasco, Josu Jon Imaz, contrarios a la ley de partidos, fueron tajantes en sus declaraciones al señalar que el problema real para que la formación política de Batasuna pueda participar en la vida institucional está en la tutela que sobre la izquierda aberzale ejerce la organización terrorista.

Toda la información que va trascendiendo desde la detención de algunos miembros del renovado comando Donosti indica, por otra parte, que los etarras pretendían custodiar pistola en mano un proceso político en el que la izquierda aberzale debería imponer su programa, incluido el derecho de autodeterminación y la unión de la comunidad de Navarra y el País Vasco.

Pero los contactos para el final dialogado del terrorismo aprobados por el Congreso de los Diputados no eran, ni mucho menos, eso. De lo que se trataba, aunque Arnaldo Otegi no quiera entenderlo, era de facilitar el definitivo adiós a las armas con algunas concesiones en materia penitenciaria y con la incorporación de Batasuna, ya sin terrorismo, al debate político.

Por eso el Gobierno de Rodríguez Zapatero hace bien en mantener una posición firme para que la izquierda aberzale, sea con las siglas que sea, no pueda participar en las próximas elecciones municipales del 27 de mayo si incumple las directrices que fija la ley de partidos.

La fotografía de uno de los detenidos del comando Donosti sujetando el paraguas que cubría a Arnaldo Otegi en un mitin celebrado recientemente es el último argumento para darle otro portazo a Batasuna.