La tensión Gobierno-sindicatos ha bajado después de las reuniones mantenidas esta semana entre el ministro de Trabajo y las centrales a las que se unieron los dos vicepresidentes. El Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero mantiene, pero flexibiliza, su decisión de alargar la jubilación a los 67 años y los sindicatos descartan ahora una huelga general en enero. Un decreto de la reforma laboral puede suavizar el despido por pérdidas futuras y se reabre el diálogo entre Gobierno, patronal y sindicatos.

¿Por qué esta inflexión en el deteriorado clima que llevó a una huelga general --semifracasada-- en septiembre? El Gobierno sabe que no tiene marcha atrás en el plan de reformas. Pero estas tendrán más éxito --y su autoridad moral mejorará-- si logra algún acuerdo. Así, ofrece jubilación plena a los 67 años, con 37 cotizados (dos más que ahora), pero también --y puede afectar a muchos trabajadores-- jubilación plena a los 65 con 41 años. Es algo razonable que merece una reflexión.

Y las centrales proponen entonces un pacto social amplio, más allá del de las pensiones, que les permita suavizar su hasta ahora oposición frontal a los 67 años de la edad de jubilación. Temen que si Zapatero fracasa, la alternativa sea la griega: un draconiano plan de ajuste dictado por Alemania y el FMI. Después, una victoria inapelable del PP. Y temen también otra huelga general.

Recuerdan septiembre. La ciudadanía está de mal humor y agraviada con un presidente que dijo, durante meses, que solo sufríamos una leve pulmonía. Pero, visto lo que pasa en estos momentos en el mundo, sabe que el rigor es inevitable.

Que toda Europa afronta un brusco descenso de las expectativas de bienestar esta claro. Por eso el desamor al Gobierno --que está patente ahora mismo en todas las encuestas electorales-- no implica ansias de una huelga general, de la que no se espera nada, salvo el descuento en las nóminas.

Gobierno, interlocutores sociales y partidos --consta la actitud positiva del Partido Nacionalista Vasco, también de CiU y menos del Partido Popular-- deben lograr un gran pacto. Y lo mínimo sería no boicotear unas reformas imprescindibles para seguir en el euro que tienen el apoyo de Europa.

Bruselas y Berlín saben que una cosa es lo que suceda en la periferia del euro y otra el rescate de España, o de Italia, países con mucho más peso económico, que generaría gran inestabilidad. Ningún partido español responsable, ni sindicato, puede ignorarlo.