El 29 de febrero se daba luz verde, definitiva, a la ejemplar conversión del palacio de Mayoralgo, del siglo XIV, iniciado por Blasco Muñoz en 1320, en una entidad financiera del siglo XXI. Y simbiosis, en cálido maridaje, entre un caserón de rancios linajes y lo que es hoy catedral de las finanzas . Aplauso, pues, para hecho tan singular. En el vientre de este formidable alcázar, paradigma de la arquitectura señorial cacereña, acaba de instalarse la dirección que ha de muscular las rentas de Caja Extremadura, nutriendo de savia y aliento a tantas obras socioculturales, como lo ha hecho hasta ahora. Mientras tanto, nos continúan deleitando sus elementos góticos y renacentistas de 1537, con sus ventanas geminadas y los lambrequines, espirales y roleos tallados de su elegante escudo, bajo la cinta grácil del alfiz que los arropa. En resumen, detrás de la escenografía pétrea de este edificio, exquisitamente respetada, funcionan ya las estancias que vertebrarán la sede institucional. Mansión de rancia vitola, que emergió poderosa tras el fragor de la reconquista de la ciudad. Transformación, en síntesis, de un pasado de ilustre prosapia, en una de las entidades de ahorro más solventes de España.

*Doctor en Historia