Tras mi participación en las jornadas de integración de cooperativas agrarias que la Unión Extremeña de Cooperativas, Unexca ha organizado recientemente, he detectado cierto malestar y algunas reticencias en lo que supone conjugar el cooperativismo agrario y el desarrollo rural en una región mayoritariamente agraria como es la nuestra. Hasta cierto punto, uno que lleva trabajando con cooperativas de base en una zona de montaña unos cuantos años, entiende que se hayan producido ciertos distanciamientos o poca comunicación en determinados momentos. Ahora bien, esta no ha sido la tónica, y existen multitud de hechos y de datos que corroboran que en aquellas comarcas en las que ha habido acercamiento y participación del sector cooperativo con el Grupo de Acción Local gestor de un programa específico de desarrollo rural, las cooperativas han acaparado buena parte de los fondos recibidos, y han contribuido a transformar el sector agrario. A pesar de ello, siempre se logra un desarrollo más armónico y más equilibrado, cuando se logra el consenso y la participación de todos y cada uno de los agentes que operan en el territorio, públicos y privados.

XEL RECIENx aprobado en Europa, Marco Nacional de Desarrollo Rural --documento que recoge las directrices y principios estratégicos del desarrollo rural en el periodo 2007-2013-- y la futura Ley, hoy todavía proyecto, de Desarrollo Rural Sostenible del Medio Rural, a la que me he referido en muchas ocasiones en este medio y en otros, recogen numerosas medidas en las que se pueden beneficiar las cooperativas agrarias, mencionándose expresamente en el texto, no porque sea un capricho del político o del legislador de turno, sino porque a nadie se le escapa la importancia y el papel que las cooperativas agrarias tienen en el medio rural, como la primera empresa local, como generadoras de empleo, como estructuras de participación democrática, como verdaderos motores de la economía local en muchos casos y como consecuencia de lo anterior, fijadoras de población en los pueblos. A pesar de todo, existen importantes retos a los que hacer frente y que nos permiten imaginar un futuro mucho más prometedor. La etapa que tenemos por delante, 2007-2013, es posiblemente una de esas últimas opciones para aprovechar los recursos llegados de Europa, para dejarnos de mirarnos el ombligo y empezar a caminar juntos, unidos de la mano y comenzar a fortalecer las alianzas que nos hagan ser más competitivos. Sería sumamente interesante comenzar a darle mayor protagonismo en las cooperativas a las mujeres y a los jóvenes, incentivando su participación si fuese preciso con alguna medida concreta. No estaría nada mal que las propias cooperativas empezasen a diversificar sus actividades, sumergiéndose en nuevos nichos de negocio o en algunos que existiendo todavía demandan una mayor presencia. En las cooperativas están representados la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de un determinado lugar, y por tanto el alma de la cooperativa también lo es del pueblo, de la comarca o del espacio concreto en el que desarrolla su actividad. En este sentido, si logramos que esta estructura asociativa alcance una dimensión adecuada, más desde el ámbito empresarial que social, estaremos contribuyendo sin duda al poblamiento de los espacios rurales, que es, al fin y al cabo, uno de los pilares básicos de las políticas del desarrollo rural.

Por todas estas razones y porque creo firmemente en este posicionamiento estratégico considero que la dimensión cooperativa ha de tenerse muy en cuenta en los futuros programas de desarrollo rural, hasta el punto que en muchos lugares de Extremadura, por su condicionantes físicos y sociales, el cooperativismo es la única fórmula de abordar la modernización y la competitividad de las explotaciones agropecuarias, generar valor añadido con sus producciones agroalimentarias y posibilitar de manera indirecta otras oportunidades empresariales que contribuyan a diversificar la economía local y a crear empleo.

*Técnico en Desarrollo Rural