WLw a corbata nació como una prenda militar originaria de Croacia y luego se extendió por todo el continente y las islas hasta convertirse, con los años, en un distintivo social, el complemento masculino más arraigado. Es cierto que en la segunda mitad del siglo XX la corbata pareció entrar en plena decadencia, asociada muchas veces a una cierta ideología o a una determinada clase social. Aun así, sigue considerándose un sello que marca seriedad y distinción, imprescindible en entornos de negocio o protocolarios. También es cierto, sin embargo, que el protocolo y las formas varían según cambiamos de latitud (el nobel García Márquez recogió su premio de manos del rey de Suecia vestido con la tradicional guayabera caribeña). La actitud del titular del Ministerio de Industria, Miguel Sebastián, vuelve a poner sobre la mesa un asunto que, siendo baladí, tiene su miga. Sebastián ha dado ejemplo al abanderar la necesidad de prescindir del nudo en el cuello, en verano, para poder cumplir con comodidad la normativa de un aire acondicionado más acorde con la sostenibilidad. La actitud del presidente del Congreso, José Bono, en su defensa de la corbata, ha rozado la farsa. El mensaje es que no son necesarias determinadas servidumbres. Si, además, la medida se fundamenta en la necesidad de concienciar sobre el ahorro energético, más todavía a favor de la liga del sincorbatismo. La polémica Sebastián-Bono ha tenido un efecto inesperado: todos hemos pensado en el necesario ahorro de energía en verano. Por lo demás, el protocolo no es una tontería, sino una determinada fotografía del ejercicio del poder, pero sí lo es llevar el protocolo hasta extremos que parecen desfasados.