Las preocupantes noticias que llegan de Italia en relación al covid-19, con una notable afectación en las regiones del norte del país, unidas a los brotes detectados en Irán y en Corea del Sur, convierten al coronavirus en una infección que va más allá del ámbito estricto de la provincia de Hubei y de China. Aun cuando la epidemia sacude especialmente ese país, con más de 2.600 muertos hasta el momento, la posibilidad de que no se trate solo de un foco determinado, contra el cual podían adoptarse medidas severas pero delimitadas, sino de un serio problema de alcance mundial ha provocado que el director general de la Organización Mundial de la Salud advierta de que «el mundo debe prepararse para una posible pandemia», es decir, una epidemia de alcance planetario.

A estas alturas, la comunidad científica no sabe a ciencia cierta cómo actúa y se transmite el virus, ni tampoco se ha clarificado del todo su origen. Lo que es seguro es que la comunidad internacional contempla su propagación con un notable desconcierto, lo que provoca una inestabilidad que se traduce, por ejemplo, en la suspensión de diversos acontecimientos públicos, en fluctuaciones a la baja en los mercados de valores y en un descenso de las transacciones y las actividades económicas. Primero fue el MWC, pero ahora han seguido el mismo camino la Semana de la Moda de Milán, la Feria del Libro de Bolonia o el Carnaval de Venecia, sin contar con el aplazamiento de actividades lectivas, museos o teatros, o de aquellas que supongan una concentración elevada de público.

Ante la posibilidad cierta que el covid-19 siga avanzando se plantea una problemática que inevitablemente afectará a nuestra vida cotidiana, porque a la sensación de pánico o indefensión se unen otros factores que, aprovechando la epidemia, corren el riesgo de instalarse entre nosotros. No solo la propagación del virus sino el desabastecimiento, el confinamiento de la población o el miedo a un entorno exterior, pueden provocar un pánico que se traduzca, como ya se empieza a insinuar, en cierres de fronteras o en medidas que sirvan de acicate a los populismos. Urge actuar con celeridad no solamente para implantar una prevención efectiva sino para huir del alarmismo incontrolable. En este sentido, y aun cuando los estados miembros de la UE tienen la capacidad de decidir sobre la suspensión del espacio Schengen en situaciones de emergencia, es importante que se dé una respuesta conjunta de la Unión, como ya ha advertido la Comisión. Cualquier actuación debe basarse en análisis racionales de riesgo y en evidencias científicas y, sobre todo, tiene que ser proporcional. La preocupación es real pero, al mismo tiempo, conviene destilar calma y generar confianza para evitar que el coronavirus, además de dañar la salud, afecte a la estabilidad y el progreso sociales.