Laura Luelmo. La penúltima tragedia que sacude al país. Otro golpe de realidad sobre el mal que existe. Un nuevo caso de violencia machista, aunque mientras se escriben estas líneas aún está por ver si contará en la estadística.

Desde el feminismo, diversas voces hacen un llamado para evitar el punitivismo. La nueva palabra de moda. Evitarlo para no acudir a la salida fácil. El llamado a endurecer las penas. El castigo como respuesta. Ese es el punitivismo.

Yo también pienso que la venganza no es la solución. Que se necesita más educación. Un cambio en las estructuras y en las relaciones sociales.

Mientras, las redes se inundan de imágenes para rendirle homenaje y para hacer un llamado a nuestro derecho, como mujeres, a salir a correr libres, sin miedo. A que la calle sea también nuestro espacio.

En contraste, los mensajes se vuelven más crudos cuando una entra a ver los comentarios de la noticia. En una de las publicaciones de este periódico en Facebook relacionadas con el caso, había en ese momento alrededor de 50 comentarios. Todos y cada uno de ellos llamaban a la pena de muerte. A la turba. Al ‘ojo por ojo’. Con mejor o peor caligrafía, con un lenguaje simple o más elaborado. Y esas opiniones no están sólo en la red, también veo cómo se repiten en mi entorno. El punitivismo gana.

No debería sorprenderme entonces el surgimiento de partidos como Vox, que ignoran los problemas estructurales de la sociedad, las deficiencias del sistema, y optan por los remedios fáciles.

Somos la sociedad más formada, con más acceso a la información y la que vive con más miedo. La que parece querer volver a lo primitivo. Al juicio desde las entrañas.

O quizás sea yo y los que pensamos que hay otras salidas los que estemos equivocados.

Escribía la intelectual estadounidense Camille Paglia, a modo de crítica, que «la premisa básica de la izquierda, que desciende del Marxismo, es que todos los problemas humanos son producto de una sociedad injusta y que corrigiendo y ajustando esos mecanismos sociales podemos traer algún día la utopía. Los progresistas tienen una fe inquebrantable en la perfectibilidad de la especie humana».

Y no es que el ser humano sea perfecto, pero es el bien el que habría que buscar. O no.