Tayyip Erdogan se enfrenta al mayor desafío desde que llegó al poder hace más de una década al frente del islamismo moderado del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Varios escándalos de corrupción han alcanzado a cotas muy elevadas del poder provocando una crisis de Gobierno resuelta con diez cambios ministeriales. Sin embargo, esta respuesta de Erdogan a las revelaciones acerca de las corruptelas político-financieras, así como el alejamiento de los jueces y la purga de mandos policiales que las han investigado han sacado a la calle a miles de personas. Estas protestas son una continuación de las registradas la pasada primavera, cuando por primera vez los ciudadanos de a pie empezaron a denunciar las connivencias entre el poder y los grandes grupos económicos del país y a poner en duda el sistema neoliberal y neootomano instaurado por el AKP. Desde el Gobierno, el primer ministro había lidiado con éxito con la oposición laica y con el poder de los militares, pero lo que ahora ocurre en Turquía es nuevo. Se trata de una guerra dentro del islamismo entre dos grupos que juntos consiguieron el poder en un país que se definía por su laicismo militante que tutelaba el Ejército, pero que ahora se han desafiado abiertamente. El modelo de islam político turco que en su momento fue considerado el ejemplo a seguir por las revueltas árabes parece llegar a su agotamiento.