La declaración voluntaria ante el juez del exconsejero madrileño Francisco Granados se convirtió ayer en un nuevo episodio de la guerra interna que se libra en el PP madrileño a cuenta de la indudable corrupción en la que ha visto envuelto. Granados culpó por primera vez a Esperanza Aguirre de la financiación ilegal del PP de la Comunidad de Madrid, pero cuidándose de salvarse él. Dijo que él se ocupaba de la financiación en A y que de la financiación en B (dinero negro) se responsabilizaba Ignacio González, su enemigo declarado, e implicó también a la actual presidenta Cristina Cifuentes, de quien llegó a decir que mantuvo una relación sentimental con González. Y buena parte de su declaración la dedicó a descalificar a su antiguo amigo íntimo el empresario David Marjaliza, que es precisamente quien le culpa a él de graves delitos. Granados admitió que declaraba «para defenderse», pero no aportó prueba alguna de sus denuncias. Cuando salió de la cárcel tras 32 meses en prisión, en junio del 2017, manifestó que nunca iba a tirar de la manta para perjudicar al PP porque «no hay manta» y aseguró también que desconocía lo que era la trama Púnica, «una invención», según él. El juez tendrá que valorar su credibilidad, que parece mínima, pero lo que queda cada vez más claro por todos los casos que han surgido es que el PP madrileño era un pozo de corrupción del que muchos de sus dirigentes sacaban sustanciosos beneficios personales y para el partido.