Se ha levantado la veda contra las corrupciones urbanísticas. Después del caso Marbella, el de Andratx en Mallorca, el de Telde de Gran Canaria, y los supuestos sobornos millonarios al alcalde de Santa Cruz de Tenerife y por último a Pepe el Pocero desafiando verbalmente al alcalde de Seseña, arengando a sus trabajadores a manifestarse contra la máxima autoridad de la localidad por no darle la licencia de obra a sus proyectos urbanísticos.

Me recordó a otro personaje que se hizo famoso hace unos 15 años en nuestro país por sus extravagancias publicitarias populistas, un personaje que llenó cientos de páginas de los periódicos y tertulias de radio y televisión.

Me refiero al fallecido Jesús Gil y a toda esa gente corrupta que él ayudó a instalarse en Marbella.

Esperemos al menos que todo esto sirva de ejemplo de reflexión para otras ciudades o pueblos en donde puedan surgir de nuevo, estos personajes que utilizan la ostentación del dinero y la popularidad de ser presidente de un club de fútbol grande, o el de cualquier otra cosa que le sirva de plataforma publicitaría, para conseguir sus ambiciones personales de enriquecimientos.

No quiero poner en duda la legalidad urbanística de todos los constructores, quizás parte de la culpa de la especulación la tuviese la propia ley del suelo que todavía tenemos. Esperemos que a la que se tramita ahora en el Congreso, no le pongan muchos obstáculos las comunidades autónomas, con el objeto de que terminen cuanto antes todos esos abusos especuladores en el incremento del precio del suelo.

Esperemos que esta nueva ley facilite el desarrollo del artículo 47 de la Constitución para que promueva las condiciones necesarias para hacer efectivo el derecho a una vivienda, de acuerdo con el interés general de los ciudadanos.

Es de suponer que cientos de miles de jóvenes estarán sorprendidos por los escándalos de corrupción inmobiliaria que están aflorando como las setas en los pinares, jóvenes que se preguntarán una y otra vez, cómo un constructor inmobiliario se puede hacer multimillonario en poco tiempo, con mansiones palaciegas, aviones privados y barcos de lujo en el Mediterráneo y ellos tengan que hipotecar la mitad de sus vidas para adquirir la vivienda.

Joaquín García Mayo **

Alburquerque