Como dirían las tacañonas del Un, dos, tres: campana y se acabó. Pedro Sánchez dio un puñetazo encima de la mesa esta semana en la federal del PSOE y constató lo que todo el mundo sabe: que manda. El ruido de los barones enmudeció de un día para otro y todo quisqui no tuvo por menos que callarse y empezar a decir lo de Pujol, que eso hoy no toca o ya he dicho todo lo que tenía que decir. Es lo que tienen las primarias, que son perversas como señalaba Ibarra, pero además otorgan al que las gana un poder omnímodo hasta el punto de molestar las discrepancias que le puedan llegarle desde fuera. En la corte del rey siempre enfadan las críticas de las colonias. ¿Qué se habrán creído estos gobernados? ¿Cómo se atreven siquiera a enmendarme la plana?

Sánchez no se anduvo con remilgos y habló de «deslealtad» para referirse a los comentarios vertidos por Vara, Lambán y PageVara, Lambán y Page acerca de los acuerdos de presupuestos con Bildu. El secretario general quiso revestirse de autoridad y apagar cualquier atisbo de revuelta antes de ir a más. Algún consejo debió recibir de que usara el sable antes que el bisturí, que amputara mejor que curara para atajar la infección. Las guerras se sabe como empiezan pero nunca como terminan y no fuera a ser que su PSOE, el de ahora, ese que parece estar fabricándose a medida, se convierta nuevamente en el de ‘los tres tenores’, aquel que gobernando Zapatero a finales de los noventa era enmendado por Ibarra, Bono y Chaves desde sus feudos para combatir, como albaceas de Felipe González, la unidad nacional frente a sus flirteos separatistas.

Menudo castigo era entonces como para rememorarlo ahora con un gobierno de coalición con Podemos sentado a la mesa. Bastante tiene el PSOE con vigilar a sus socios y sin embargo amigos como para tener que hacer lo mismo con los de casa. Nada, nada, que se callen, que José Luis Ábalos diga que no existe pacto alguno con los abertzales sino solo voluntad por su parte y que Adriana Lastra sostenga que se admiten críticas de los mayores pero que ahora nos toca a los jóvenes. Fin de la historia y aprobemos los presupuestos que es de lo que se trata.

¿Salen tocados Vara, Lambán y Page? Sinceramente creo que no. No es una pérdida de poder en sus respectivos feudos sino más bien lo contrario, asegurar el respaldo de la militancia y evitar la huida de votos. Las cosas se ven desde prismas muy diferentes en Madrid que en provincias. Por eso, hay determinadas tragaderas que no pueden pasarse por alto sin, al menos. protestar y soltar algún que otro exabrupto. De lo contrario parecería que se está de acuerdo. El PSOE extremeño, muy imbricado en el mundo rural, resulta españolista y no ve con buenos ojos determinadas decisiones; no entiende que los suyos se sienten a la mesa con los herederos de los terroristas y les digan desde Madrid, encima, que hay que normalizarlo. Demasiados muertos entre sus filas como para mirar para otro lado. De eso sabían bien Ibarra, Bono y Chaves, y también parecen saberlo Vara, Page y Lambán, que sin esos mensajes claros de oposición, aunque sea contra los de su propio partido, se pueden perder elecciones porque el PSOE se aleja de la esencia que le permite recoger a gran parte del electorado.

El único problema en todo ello es que la gente puede confundirse y empezar a pensar que hay dos PSOE: ese que se defiende en los territorios y ese otro hecho a imagen y semejanza de Pedro Sánchez y que se hace a nivel estatal. Porque esta vez, a diferencia de finales de los noventa con Zapatero, hay un gobierno de coalición que mantener y eso cambia todas las reglas del juego.