El agua es un bien básico y escaso, y será aún más, una de las mayores preocupaciones de la humanidad. En torno a 1.500 millones de personas carecen de agua potable, por eso, Naciones Unidas se marcó como uno de los objetivos del Milenio reducir a la mitad esta cifra para 2015, un propósito firmado por 189 países, entre ellos España. Por falta de agua o sus malas condiciones, cada día mueren 10.000 personas, en su mayoría niños.

En cambio, para la mayoría de nosotros la disponibilidad es inmediata, pues basta el simple gesto de abrir un grifo. A veces, esta facilidad con que conseguimos el líquido elemento da lugar al despilfarro.

Entiendo que el agua es un bien público y nos pertenece a todos, y por eso no tiene precio, ya que es un derecho humano básico. Ahora bien, cuando se habla de precio, me refiero a los importantes costes que supone captar, almacenar, distribuir y depurar el agua, sin contaminar y degradar los ríos, el litoral o los acuíferos.

Indudablemente el agua es de todos y tiene muchos usos, desde los más prioritarios como el abastecimiento de boca o urbano, que apenas representa un 15%, el abastecimiento industrial (un 7%) y el riego de la agricultura (cerca del 78%). Pero hay que tener en cuenta que ante la situación en la que nos encontramos por la falta de escrúpulos, se hace necesario frenar el despilfarro de un recurso que es vulnerable, limitado, y nos pertenece a todos.

XEN ESPAÑAx, los costes del servicio del agua son desconocidos para la mayor parte de los ciudadanos. Costes que no se ven reflejados en el aumento de las tarifas en estos últimos años, es decir, ni con el incremento del 65% desde 1996, llegamos a cubrir los gastos, por lo que estamos aún lejos de pagar el precio justo del agua que consumimos. De hecho, según la encuesta de presupuestos familiares del INE, se evidencia lo barato que resulta al ciudadano español este servicio, pues basta señalar que gastamos un 20% más en agua mineral y en bebidas refrescantes. Por consiguiente, como se establece en la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea deberíamos de pagar el "precio real" del agua, que a su vez, traerá consigo, la sostenibilidad y un uso correcto de este recurso tan necesario para cualquier forma de vida.

Por consiguiente, habrá que plantearse una nueva estrategia sobre el agua, sin restricciones para los hogares, pero con un precio en función del destino prioritario o accesorio, estableciendo un límite básico de unos 40 litros por persona y día, que debería ser gratis para las familias necesitadas, los 20 litros siguientes de consumo extra entrarían dentro de una tarifa aceptable (para compensar el coste de llevar el agua hasta las viviendas. Los 20 litros adicionales de consumo ocioso habría que pagarlos al doble, y el destino del agua para uso lujoso como el llenado de la piscina debería subir al cuádruple, y en épocas de sequía con prohibición de uso. En definitiva, se trata de que quienes más consuman sin control financien el derecho al agua de quienes están en situación de desfavorecimiento social y económico.

Con respecto al agua de riego, hasta ahora, el subsidio por parte del Estado permitía cobrar el servicio a un precio menor al coste, rozando la ridiculez, y financiar el déficit a través de los ingresos fiscales. Una política que nos ha llevado al despilfarro, por entender que las arcas del Estado no tienen límite. Se necesita, pues, una estrategia nueva para el agua.