Un factor crucial de la falta de igualdad en la sociedad es la maternidad. El momento en que se inicia la discriminación por género en las mujeres coincide con el de la procreación.

El tiempo de gestación, posparto y cuidado familiar empieza a lastrar al género femenino en el ámbito laboral. Menor productividad, menos currículum.

Esta pérdida en el historial profesional se multiplica por el número de hijos y presenta un agravio laboral en el momento de competir por una nueva plaza o ascenso porque no se aplican mecanismos compensatorios. La competencia laboral sin un factor corrector por maternidad no es igualitaria. Esta desigualdad se traduce en un menor porcentaje de mujeres en puestos de trabajo, cargos directivos, brecha salarial y pensiones.

Una realidad impensable si a las personas se las considerara por igual como miembros de la especie humana.

Es un contrasentido descomunal que el acto más generoso de un humano, la maternidad, haya sido motivo precisamente de causa discriminatoria de género. Y esta discriminación la padecen las mujeres cada día mientras la sociedad machista ignora que sin maternidad no hay vida. Algo que todos deberíamos no olvidar.