TStonrío cuando ciertos cronistas se empeñan en que la Familia Real es "una familia más" o apostillan eso tan absurdo de "como cualquier familia". Pues no; la Familia Real ni es una familia más ni es como cualquier familia por la sencilla razón de que, como su nombre indica, son los componentes de la Familia Real. Estas manías por hacer cotidiano y normal lo que no lo es, antes me sacaba un poco de mis casillas pero con el tiempo he aprendido a sonreír y a no polemizar más de lo necesario.

Sigo siendo republicano, claro, pero esto es como todo: no se cura con el tiempo pero uno se acostumbra y hasta llega a sentir una simpatía especial, sentimental que no racional, por una familia que no es como cualquier familia, pero que está ahí, presente en nuestras vidas desde que hace ya muchos años aterrizaron en aquel desierto gris y ocre que era la España franquista.

Viene esto a cuento de ayer, mientras el Príncipe de Asturias presidía la ceremonia de la entrega de sus premios --no todo el mundo tiene unos premios que lleven su propio título y ni siquiera la mayoría tenemos título--. Ayer, digo, recordaba yo la primera intervención pública del heredero en ese mismo lugar, leyendo su primer discurso mientras el Rey, su padre, hacía como si no estuviera nervioso por la presentación de su hijo y su madre, la Reina, intentaba poner cara de acto oficial.

El Príncipe era un chiquillo apenas, un crío que se estrenaba en esa gran comedia que es el protocolo en su primer papel no ya con frase, sino con discurso. Y todos, creo, monárquicos, republicanos y juancarlistas, al margen de nuestras ideas, pasamos unos minutos entre la sonrisa y los nervios, queríamos que le saliera bien, que no se trabucara o se pusiera nervioso o se saltara una línea.

Ahora aquel chiquillo está a punto de ser padre, los Reyes, jóvenes príncipes del páramo gris del franquismo, son abuelos en un país democrático y nadie se pone nervioso en la entrega de unos premios cada vez con mayor prestigio. Los republicanos, no sé si Carod incluido, somos en general sentimentales y yo hasta sentimentaloide.

Hemos envejecido juntos y el país sigue joven. Eso está bien. Don Juan Carlos se va pareciendo cada día más a su padre y doña Sofía ya hace años que se permite el lujo de llorar sin recato ante el dolor o la alegría. Ni racional ni políticamente puedo ser monárquico y la Familia Real nunca será una familia como cualquier otra. Pero cuando mi hijo bailó un chotis en la función del final de curso en la guardería, yo creo que sentí lo mismo que los Reyes en aquel primer discurso del niño Príncipe de Asturias. Sólo que el chotis de mi hijo no lo televisaba ninguna cadena.

*Periodista