WUwna guerra, la de Irak, que se emprendió despreciando el derecho internacional, prosigue con violaciones de los convenios que regulan el trato humanitario a los prisioneros, los enemigos heridos y la población civil.

La censura norteamericana impide que se conozcan las cifras reales de víctimas, o lo sucedido en Faluya, con miles de habitantes que han sido sitiados, bombardeados, sin agua, alimentos o asistencia médica. Pero no ha podido evitar que el mundo sepa que mientras unos decapitan rehenes a sangre fría, otros, que decían exportar la democracia, matan del mismo modo a heridos indefensos. Sabíamos que la guerra era así, pero ahora lo vemos. Y esas imágenes fabricarán nuevos terroristas, y sus venganzas traerán, como siniestras cerezas, otras represalias armadas... Lo que no debió empezar continúa peor. El poderío de Estados Unidos está empantanado y no parece que vaya a ganarse la voluntad de la población iraquí a sangre y fuego. Enfrente se le multiplican los focos de resistencia. Sólo resta por saber si la evidencia de que su Ejército viola las reglas de la guerra provocará o no una conmoción en esa sociedad americana que acaba de refrendar los procedimientos de Bush.