XExn las sociedades democráticas, pocas ideas reciben tanto apoyo político como la igualdad de oportunidades. Idea muy arraigada en el derecho a la educación, cuyo ejercicio requiere un sistema de educación pública y cumplir con el deber de un periodo obligatorio de escolarización. Este apoyo político viene justificado por principios éticos pero más aún por los hechos, por la biografía de tantas personas que han dado la vuelta a lo que sería su destino en sociedades tradicionales o en sociedades totalitarias.

El debate sobre la educación siempre estará abierto y no puede cerrarse en democracia. Actualmente, desde la posición mayoritaria, los problemas de la enseñanza pública se suelen asociar con la escasez de medios; no con el buen o mal uso de los recursos disponibles, o con los fines perseguidos. La solución pasaría, pues, por aumentar el gasto. También desde la perspectiva internacional predomina el análisis comparativo del gasto público por alumno y se considera una situación mejor la que conlleva más gasto.

Otra posición minoritaria, casi desaparecida en la opinión pública, pone el foco en las ideas. Estos apuntes trasladan argumentos sobre ideas y fines, no sobre incrementos del gasto, y son plenamente deudores del ensayo de Hannah Arendt La crisis en la educación , recogido en el libro Entre el pasado y el futuro (Edición Península), aunque no pretenden, ni mucho menos, trasladar su amplitud y profundidad.

En este ensayo, escrito hace más de cuarenta años, Hannah Arendt se refiere a un conjunto de medidas, a su juicio desastrosas, que han revolucionado la educación. Estas medidas son consecuencia de tres supuestos básicos. Con el desarrollo de la pedagogía moderna como una ciencia de la enseñanza, que se emancipa de la materia concreta que va a transmitir, se supone que es más importante cómo se enseña que el propio contenido de la enseñanza. Con esta nueva pedagogía, desaparece la fuente más legítima de la autoridad del profesor, la de ser una persona que sabe más y puede hacer más que sus alumnos. De este supuesto se pasa a otro: sólo se puede saber y comprender bien lo que uno mismo ha hecho . Así, se sustituye el aprender algo por el hacer algo. Al profesor ya no se le pide que transmita conocimientos sino que enseñe una habilidad. Para que estos dos supuestos germinen se requiere uno previo, la aceptación de que existen un mundo y una sociedad infantiles, como existen un mundo y unas sociedades de adultos. De este modo, se rompen las relaciones reales y normales entre niños y adultos. Pero la educación no puede apartarse del sentido común. Los adultos son adultos y los niños son niños. Los objetivos de la escuela han de ser enseñar a los niños cómo es el mundo y no instruirlos en habilidades o en el arte de vivir. Como el mundo es viejo, siempre más viejo que ellos, el aprendizaje se vuelve inevitablemente siempre hacia el pasado. La educación por su propia naturaleza no puede renunciar ni a la autoridad ni a la tradición. Aunque las fuentes de legitimidad de la autoridad tradicional hayan perdido su sentido, no por eso los niños pueden desechar la autoridad educativa como si estuvieran en una situación de oprimidos por una mayoría adulta.

Desde esta posición, la reforma de la educación pasaría por la restauración. El acento debe recaer en el conocimiento tal y como se determina en el plan de estudio. "No se puede educar sin enseñar al mismo tiempo; una educación sin aprendizaje es vacía y por tanto con facilidad degenera en una retórica moral-emotiva", dice Hannah Arendt.

Volviendo al principio, el contenido del plan de estudio y el aprendizaje van a ser determinantes de las oportunidades de la mayoría de los niños y decisivos para aquellos que proceden de las familias más pobres.

*Economista