Ya no quedan dudas de que el crecimiento económico cercano al 4% que hemos tenido los últimos tiempos tardará en repetirse. Ahora empieza a ser más acuciante poder medir con precisión hasta dónde llegará la desaceleración, que es más brusca de la que se esperaba. Cada semana que pasa, la previsión de crecimiento del PIB español para este año se reduce, y aún más para el 2009. Quien peor lo ha pintado ha sido el Fondo Monetario Internacional, en su último informe: España ha entrado en una fuerte desaceleración en pocos meses, lo que lleva a estimar que el crecimiento para este año no pasará del 1,8%, y el año que viene una décima menos. Con ser importantes, todas estas cifras tienen un valor relativo. Pero la tendencia que marcan es indiscutible: el deterioro en España es más rápido y mayor de lo que se previó hace medio año.

El FMI señala con precisión las causas: la crisis inmobiliaria y la mala situación financiera internacional, que no afecta a un banco o caja concretos, sino a todo el sistema financiero español por la excesiva importación de capital barato de los últimos años y que cada vez es más caro de pagar, como lo refleja la muy negativa balanza exterior española.

El BCE, mientras, mantiene el tipo de interés en el 4%, que para España es merecido --tenemos una inflación superior-- pero especialmente dañino: para detener la caída de la actividad se necesitaría crédito accesible, y no será así. Los avisos del FMI y del BCE conminan a buscar soluciones entre el Gobierno y los agentes sociales. Si piensan, ahora, en arreglarlo para el 2010, acertarán.