TUtna discoteca de Valencia ha querido combatir la crisis rifando operaciones de aumento de pecho. Ante el revuelo organizado, las protestas de los médicos, el soponcio de los sensatos y el hecho de que Sanidad metiera las narices en el anatómico asunto, al final ha decidido retirar el revolucionario modo de enfrentarse a la falta de clientes, no sin antes expresar su pasmo por la alarma generada. La empresa se ha defendido de la acusación de machismo argumentando que, --no ha trascendido que ofreciera operaciones de alargamiento de nada, ni siquiera de implante capilar-- en caso de que le hubiera tocado el boleto vencedor a un varón, podría habérselo regalado a su novia, mujer, hermana o pareja --siempre de sexo femenino, se entiende--. Claramente no es una rifa sexista. Es sólo imaginación y, aunque el invento equipara a las señoras con las vacas, ya desde tiempo inmemorial es cosa sabida que tiran más dos tetas que dos carretas. La creencia ha alcanzado ahora proporciones evangélicas, hasta el punto de que sin tetas no hay Paraíso, de modo que, hoy por hoy, no sólo de pan vive el hombre sino que la mujer alcanzará la vida eterna gracias a sus pechos. Es extraño, pero es lo que hay. Puede que existan otras vías para aumentar la clientela. Si es improbable que tuviera éxito la idea de rifar entradas a Representaciones Teatrales de Shakespeare , o pases para la Jornada de Puertas Abiertas del Congreso de los Diputados, --actividades estas con poco tirón juvenil, qué duda cabe-- podrían haberlo intentado con Entradas para el Circo del Sol, un Día con Fernando Alonso , Partidos del Real Valencia o Cruceros por el Caribe. Pero, cuando se ha elegido el implante mamario es porque dicha medida mola mazo ante el público juvenil. Sólo se me ocurre recordar a aquella amiga mía, de poderoso intelecto aunque escaso busto que, barajando la posibilidad de ponerse el de Pamela Anderson concluyó con aire escéptico: quita, quita, no vaya a ser que me dejen con mis tetas y su cerebro.