XExste uno de julio, según los turnos rigurosamente establecidos, ha accedido el Reino Unido de Gran Bretaña a la presidencia del consejo de la UE. La sucesión es ordinaria pero no rutinaria, y la pérfida Albión de nuestros ancestros, está dispuesta a hacer honor a su tradición y a su historia.

Tony Blair , jefe de gobierno del Reino Unido, es sin duda un hombre singular, que ha abrazado fervorosamente las teorías económicas de un sector intelectual muy ligadas a su poderoso mundo académico, siguiendo una histórica tradición inglesa de ir el poder detrás de la academia, desgraciadamente justo al revés de lo que aquí nos ocurre, en el que salvo honrosas excepciones es la academia la que va detrás del poder. Es en este marco en el que nace la tercera vía, que está rápidamente transformando el socialismo de nuestros días, reduciéndolo a un núcleo básico de protecciones sociales, mientras que se propician los mecanismos de competitividad que puedan permitir a las empresas sobrevivir y desarrollarse en una economía globalizada. En consonancia con esta filosofía gobernará Blair la UE, en un semestre que encontrarán corto algunos e interminable otros. Pero los vientos de cambio, de cambio profundo, vienen ya gestándose de tiempo y Blair va a encontrar un terreno abonado. En nuestra UE existen dos corrientes encontradas, que se manifiestan con mayorías muy cualificadas, una u otra según los estados. Una de ellas defiende una supranacionalidad y una ciudadanía en un territorio concreto con unas fronteras definidas, es decir, una sólida confederación con su Constitución, moneda propia, diplomacia unificada y ejercitó común; gobernada por un parlamento en el que residiría la soberanía europea y que controlaría al ejecutivo que de ella emanase. Para otros, la UE debe ser básicamente un espacio económico, reforzado por un marco político, algo similar a lo que fue la Liga Hanseatica, que entre los albores del siglo XII al XIV, dio vida a las ciudades de la costa Atlántica.

En la primitiva Comunidad Económica Europea, seguramente la opción primera era la buscada, y ello explica las reticencias a la entrada en el Mercado Común del Reino Unido, de dirigentes de los cincuenta y los sesenta del pasado siglo tan cualificados como Degaulle . Pero no era realista prescindir del Reino Unido, que puso por cierto sus condiciones, entre otras el que no le resultara onerosa su pertenencia a la UE, lo que se tradujo en el famoso cheque británico. Pero lo realmente importante fue la incorporación del área de la libra a la entonces CEE. La caída de los regímenes comunistas, la desaparición de la Unión Soviética y la unificación Alemana, son hitos demasiado importantes como para no hacer mella en el devenir de la UE. Hay un esfuerzo notable reciente, que ha evidenciado ya las fisuras en la UE, como ha sido la creación del euro; las ampliaciones, necesarias políticamente por otro lado, han complicado la solución, y hoy, esta concepción, la de ser tan solo un espacio económico reforzado social y políticamente, crece rápidamente entre la ciudadanía de los estados más desarrollados de Europa, y con seguridad que será la que impulso Tony Blair.

La disminución de los subsidios agrarios, el reforzamiento de las inversiones en tecnología y la incorporación de Turquía a la UE, son tres propósitos, harto elocuentes, que nos conducen de lleno a este moderno espacio Hanseatico que llamamos UE. La PAC (política agraria comunitaria), lleva años deslegitimando socialmente las ayudas que perciben los activos agrarios, la última reforma desvinculando subsidios y producciones es mortal a estos efectos. Por otro lado, la incorporación turca, es prácticamente inevitable, so pena de arriesgarnos a una desestabilizacion islamista de imprevisibles consecuencias. El realismo nos conduce a una UE que no es con la que soñamos muchos, pero es la que quiere una importante mayoría de ciudadanos europeos, y ya se sabe que lo mejor es enemigo de lo bueno.

*Ingeniero y director generalde Desarrollo Rural del MAPA