Me acuerdo muy bien de Cristina en su cochecito, hace más de treinta años. Una niña preciosa, con aquellos vestidos de nido de abeja, como su hermana. Fueron a las Carmelitas, crecieron y se marcharon, como se marchan los hijos en provincias, y más en Cáceres. Se fueron pero se quedaron y no solo cuando vuelven a casa por Navidad. Mientras su hermana nos ilustra sobre vinos y copas, Cris nos enseña a su madre y amigas cómo se pinta esa raya del párpado que en nosotras acaba en borrón ojeroso y a ella le ilumina los ojos inmensos.

A los que al casarnos hicimos nuestro hogar lejos de la familia, la amistad nos ha procurado nuevos lazos, cuyo calor consuela de la lejanía. Ahora Cris está en Grecia, en un campo de refugiados. No porque le sobre el tiempo, ni necesite el voluntariado para adornar un currículum que cuenta con varios premios de cine. Cris se ha ido a Grecia porque, no sé si está escrito pero es así, los mayores debemos aprender de los jóvenes. Cris está en Grecia y yo siento el orgullo de formar parte de su familia por amistad. Y también me permito el revulsivo de conciencia que suponen sus palabras en un mail que su madre nos reenvió desde allí: "Para pagar la huida del infierno la gente ha vendido sus coches, sus casas (cuando no las ha derruido una bomba) y sus vidas... Ahora mismo hay más de 50.000 personas en la misma situación por toda Grecia porque hemos decidido que nuestra calidad de vida no puede permitirse dejar de mirar hacia otro lado como si Grecia estuviese en otro planeta...Yo no soy ninguna experta en leyes ni en economía para entender en qué momento hemos perdido la humanidad. Aquí la gente no quiere caridad, quiere un sitio en el que poder vivir en paz".

Cris está en Grecia ayudando a las personas, mientras Europa las deporta. Ella con talento para lo que se proponga, bloguera de moda experta en ojos ahumados, ganadora de premios de cine, poeta de la verdad. Ella y muchos como ella, que tampoco saben de economía o de política. Personas que ayudan a personas y que nos auxilian para mantener la fe en el ser humano.