TDtespués de la batalla que se ha librado en los pasillos entre jueces y fiscales, partidarios unos de tratar a la Infanta Cristina como una ciudadana más, e intentando otros no ver en el banquillo a la hija del rey emérito, el juicio ya ha empezado a andar. Han pasado cinco años, que marcarán la historia reciente de la Monarquía en nuestro país, donde ha habido casi de todo: un Juan Carlos I asegurando por televisión que la justicia es igual para el conjunto de los ciudadanos; una abogada del Estado metida a publicista de tercera argumentando que el famoso "Hacienda somos todos" no es más que una simple frase publicitaria; y un incesante número de desencuentros entre quienes un día se las veían felices en La Zarzuela.

Dejando a un lado el morbo de ver a Cristina de Borbón entre los acusados, el juicio, que no ha hecho más que empezar, ya está causando estragos en su imagen pública. Si el ex presidente Matas dijo en alto lo que muchos sabían, que los contratos con diversas administraciones públicas firmados con el Instituto Nóos siempre han tenido como objetivo el acercamiento a la Casa Real; más escandalosas han sido las palabras del ex contable Tejeiro sobre la contratación de empleados ficticios por parte de Urdangarín y esposa, el blanqueo de capital, las facturas engordadas, o el saqueo del Instituto.

Si son culpables o no de tales delitos lo dirá un tribunal. Pero sobre ellos sí recae la culpa del distanciamiento de la sociedad con una familia a la que se miraba con admiración y respeto, y de una creciente corriente republicana. Ayudados, eso sí, por el rey emérito, los elefantes, Botsuana y un largo etcétera de conductas dudosas y nada elegantes de la mayoría de sus miembros.

Por ello, el trabajo que los nuevos reyes están haciendo para limpiar su casa pasa necesariamente por dejar que los ciudadanos opinen y decidan quién debe ser el Jefe del Estado. No tengo duda de que Felipe de Borbón seguiría ostentando el puesto durante años, pero lo haría legitimado por una decisión popular, no por la historia de quienes han actuado tan arbitrariamente en todo momento.

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