TUtn Cristo gótico, del siglo XIV, de cuerpo distorsionado y enormes pies, irrumpe desde la Concatedral de Santa María hacia los Adarves, en séquito presidido por un pendón bordado en plomo. 50 cofrades con sayal negro y tosco cíngulo de cuerda a la cintura, lo escoltan apesadumbrados y silentes. Todo es trágicamente hermoso en esta ocasión de aliento medieval: "¡Dios lo quiere!", claman los cofrades. Sólo la hiedra y la jara adornan levemente la estructura hirsuta de unas andas metálicas, manchada de lirios desmayados...

Una saeta, de sal y lágrimas, sacude el alma del gentío, mientras el ambiente se va llenando del humo de un gran incensario. La esquila de bronce, con golpes estridentes y los impactos secos sobre un timbal destemplado, van tocando el corazón de todos, mientras el cortejo fúnebre discurre lento y solemne.

El momento es único, ya que las lágrimas embellecen aún más el tenso marco del Cáceres viejo, convertido ahora en cenobio, donde todos quedaron atrapados en el escozor penitencial del Cristo Negro... De muchos saldrá sin duda una oración, ante el desasosiego que nos invade por la presente ola de terrorismo...

*Doctor en Historia