Con el ingreso de Croacia la UE ya es la Europa de los 28. En otros tiempos el acontecimiento habría despertado el entusiasmo tanto en Zagreb como en Bruselas, ya que la llegada de Croacia reafirmaría la voluntad de la Unión de no ser solo un proyecto económico, sino también político. Hoy, después de la poco exitosa entrada de Rumanía y Bulgaria y dada la severísima crisis europea, la fatiga se ha instalado en el proyecto común. Pero no solamente en Bruselas. En la misma Croacia ha desaparecido el fervor por pertenecer a una estructura que debe aportar estabilidad a un país que se declaró independiente en 1991 y que estuvo en guerra hasta 1995. En el lugar del fervor se ha instalado un gran desencanto. Solo el 20% de votantes acudió a las urnas el 14 de abril para elegir a sus primeros eurodiputados y antes poco más del 43% votaron en el referendo sobre la adhesión.

Croacia es un país con graves problemas económicos. Sin embargo, estas dificultades no deben oscurecer el gran esfuerzo hecho por Zagreb para superar su pasado como parte de los belicosos Balcanes y para vencer también las nuevas y más estrictas condiciones impuestas por Bruselas en los diez años que ha durado la negociación para su adhesión. En el lejano 1991 Alemania fue el primer país europeo en reconocer la independencia de Croacia llegando incluso a amenazar con hacerlo unilateralmente si la UE no lo hacía de forma colegiada. Ayer, la cancillera alemana, Angela Merkel , no acudió a la ceremonia de adhesión. ¡Cuánto han cambiado las cosas en Europa!