Espero que esta carta sirva para mejorar las condiciones del colectivo de dependientes que, en general, está siendo tratado de una manera en cierta forma esclavizante. La he escrito en forma de diálogo, después de que mi novia me comunicase, muy contenta, que la habían contratado como empleada de una de las mayores tiendas de ropa del país.

--¡Qué suerte has tenido!

--Trabajaré 40 horas semanales y ganaré 880 euros.

--Qué raro que una gran empresa pague solo el salario mínimo-

--El horario será de dos de la tarde a diez de la noche, de lunes a sábado. La encargada dice que no me puedo ir a las diez, que tendré que quedarme media hora cada noche para preparar la tienda para el día siguiente.

--Esa media hora de más te la pagarán-

--No, se ve que la hace todo el mundo y nadie se queja. Y deberé entrar cada día 10 minutos antes para poder cambiarme y ponerme el uniforme.

--Eso ya son 40 minutos de más cada día. ¿Por qué no puedes llegar a tu hora con el uniforme puesto.

--Son las normas; el uniforme se queda en la tienda.

--Cuarenta minutos más cada día por seis días son cuatro horas más a la semana, 16 más cada mes.

--Dice la encargada que esa es la política de la empresa y que lo mismo ocurre en todas las tiendas de la cadena, y que quien se queja pierde el puesto de trabajo.

--Pero estamos en siglo XXI, no en el XIX. ¿Y los sindicatos, qué pintan?

--No lo sé. ¿Qué hago?

--Cariño, ya sé que te gusta tu trabajo, pero no puedes permitir esta explotación vergonzosa.

Al final le dije que lo dejara, que ya encontraría a algún empresario decente.

Manuel Gascó **

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