Escritor

Pues resulta que nuestras vidas no son los ríos que van a dar a la mar del morir, sino que nuestra vida pende de un hilo de agua, de un continuo buscar ríos, buscar océanos --aunque sean helados--, buscar aguas con las que ir anegando esta sed de humedad y de expansión que nos consume desde que nos echaron de casa, allá por los tiempos del Paraíso. De donde se deduce que el Paraíso debió ser una meseta templada y seca en la que una vez nos sentimos semejantes a los ángeles, puesto que, por el contrario, nada nos acerca tanto a la animalidad como la lluvia ni nada nos hace tan desvalidos como el frío. Esa es nuestra condena, andar por la vida amarrados al destino del agua y del hielo. Por eso se comprende el contento de los hombres de la Agencia Europea del Espacio al descubrir que el polo sur de Marte tiene una braga de hielo. Si la sonda orbital Marx Espress conociera a Neruda habría gritado los versos "en mi patria hay un monte, en mi patria hay un río, ven conmigo", pero la sonda se calla porque es de ciencias y no conoce a Neruda o porque ha escuchado las declaraciones de su director de vuelo, Mike Mckay, quien, en un primer arranque de euforia, ha declarado que "ahora hay esperanza de encontrar incluso agua líquida, lo cual sería extremadamente importante con vistas a establecer una futura colonia, y eso es precisamente lo que puede llevar a descorazonar incluso a la sonda más pragmática de la galaxia. Porque, bien pensado, qué vamos a hacer nosotros con el tesoro helado de Marte sino mancillarlo. De sobra conoce nuestro planeta las hazañas de estos manirrotos a los que da igual escoñar el Guadiana que el Amazonas, como para que los pesimistas sintamos alborozo al saber que vamos ahora a merendarnos ese cucurucho de nata que los milenios han ido almacenando pacientemente sobre la coronilla del planeta rojo. Veinte años de colonias bastarán para que sus aguas queden reducidas a detritus, al modo de como hemos dejado las de Extremadura. Veinte años bastarán para que lleguen a la Tierra comunicados del jaez del que por aquí ha mandado el jefe de servicios de la Dirección General de Salud Pública de la Junta, Jesús Gómez, advirtiendo de la presencia de herbicidas en el 20% de las muestras de agua potable. Quizá no pase nada, pero después de leer el estudio que la Sociedad Británica de Fertilidad acaba de publicar asegurando que unas sustancias que se emplea en la fabricación de botellas de plástico aniquilan las células reproductivas masculinas, no es precisamente como para fiarse de lo que digan los políticos al respecto. Así que lo tenemos crudo: por un lado, si bebes agua del grifo puedes coger diarreas o cólicos; pero, por otro lado, si bebes agua embotellada tienes muchas posibilidad de quedar más estéril que una promesa electoral. Lo hermoso sería poder construir un mundo nuevo en Marte al modo en que soñaron utópicos como JS Mill, sin religiones, sin abogados, sin banqueros; aunque también es posible que el mal surja en nosotros por generación espontánea de la conjunción del agua y el sol, como surjen los hongos, como los gusanos de tierra.