Hasta el momento, lo que parece preocupar del coronavirus es la cuarentena. Y, pese a los 16 millones de personas ya aisladas en el norte de Italia, preocupa solo como posibilidad, mera contingencia. Se diría que mientras los muertos puedan ir contabilizándose razonablemente --cifras tolerables, nada que el recuento no pueda soportar-- y mientras sean los que son --muertos de riesgo, muertos con antecedentes--, lo que en realidad debe preocupar es eso: saber si habrá que ponerse en cuarentena o no, sea en casa, por orden de las autoridades, o donde estalle un brote, por responsabilidad. Una incomodidad, en todo caso.

Porque la muerte no es una posibilidad, claro. Y es que sin síntomas y confiando en las recomendaciones de higiene --tampoco es preciso comportarse como el personaje de Nicholson en ‘Mejor imposible’--, nadie cree que esta epidemia vaya a ir más allá. Está la experiencia del ébola, de la que el mundo salió inmunizado contra el catastrofismo y, para bien y para mal, ya irreductiblemente meliorista. Así, por más que la pandemia deje de ser potencial --¿falta algún país que aún no esté afectado?-- y a pesar de haberse detectado dos cepas diferentes del virus, la mortandad sigue siendo no solo oficialmente baja sino también selectiva, pues sus víctimas son mayores de 75 años y presentan «patologías previas», una combinación --edad/patologías-- que conviene subrayar, naturalmente, qué remedio. Es decir: bastará con la cuarentena.

Entre las obligaciones de las autoridades está evitar la alarma, pues son conocidos los efectos de gritar «¡fuego!» en el teatro. Pero también la de demostrar, allá donde falte el sentido común, que la epidemia, efectivamente, se atajará previniendo el contagio, o al menos se contendrá, y que el contagio se previene mediante el aislamiento. Y, a su lado, el reconocimiento de que si la cuarentena es la medida más eficaz es porque es la única medida. Hasta el momento.

Y puestos a temer, témase el día en que se exija una actitud positiva, optimista, como ocurre siempre que hay crisis. No hay síntoma más sombrío.

*Funcionario.