Periodista

Hace 15 días, por primera vez desde el 96, el PSOE ganó unas elecciones. Zapatero superó, pues, su primer test electoral. Pero el PP tuvo su dulce derrota al resistir mejor de lo esperado. Aznar puede abordar su relevo sin crisis. Pero las sucesiones son siempre difíciles. El propio González fracasó en el intento, desde el poder y en la siguiente legislatura.

El líder del PP tiene deberes de verano. El 25-M garantiza lo esencial pero añade suspense. A los tres candidatos --Rodrigo Rato, Mariano Rajoy y Jaime Mayor Oreja-- y la torna de Acebes, se ha sumado, como estrella invitada, Alberto Ruiz Gallardón, ARG. En España, el tic centralista es tan fuerte que se valora más la alcaldía de la capital que una comunidad autónoma con presupuesto cuatro veces mayor y el control de Telemadrid.

Las apuestas por Jaime Mayor están hundidas. El que en el 96 y el 97 fue la cara amable del PP --exquisito trato con la prensa y el único ministro que dialogaba con los socialistas-- embarrancó en Euskadi y lleva ya dos fracasos sonados: las autonómicas del 2001 y las últimas municipales. Además Mayor (ex UCD) no es pata negra y un discurso casi exclusivamente antinacionalista tiene inconvenientes.

Mariano Rajoy es un reserva de lujo. Todos, incluido Zapatero, le reconocen habilidad política, voluntad de diálogo (limitada por el voto de obediencia a Aznar) y capacidad para dar la cara (Prestige). Pero, gallego, no tiene ese plus de ambición que necesita el líder. Paciente, cree que su mejor baza es esperar el patinazo de sus competidores.

Y llegamos al candidato natural. Rodrigo Rato. Largo currículo en el partido, parlamentario brillante y gestión económica afortunada. Pero le reprochan relaciones peligrosas con el big business. Y las encuestas indican que su perfil liberal-conservador sufre ante el nacionalista-autoritario de Mayor. Pero su talón de Aquiles es el misterio de su relación con Aznar. Han trabajado muy juntos en la oposición y en la primera legislatura Aznar le confió grandes responsabilidades (economía, cuidado de CiU)...

Pero, ¿tiene Rato la confianza de Aznar para sucesor? Hay signos inquietantes. Esta legislatura ha sufrido cierto ninguneo, que empezó con el desembarco de Montoro en Hacienda. ¿Un castigo por no ir a Exteriores? ¿Había que pararle los pies para que no se impacientara? ¿O es que los activos de Rato --dotes de mando, influencia en el partido, conexión con el mundo económico-- erizan a Aznar, que no desea un sucesor con tanta personalidad? Si fuera así, Rato tendría la partida cruda.

¿Por qué? Porque la voluntad de Aznar es ley tras el 25-M y porque además del reserva ha surgido Ruiz Gallardón. No es lógico que un recién electo alcalde de Madrid sea candidato presidencial 90 días después. Pero Gallardón ya ha dicho: "Siempre estaré con los madrileños, esté donde esté". Y ha recalcado que sería una "frivolidad" decir hoy que no será candidato si se le pide en debida forma. Tampoco es lógico que Aznar prefiera un competidor-enemigo de siempre (Gallardón) a un aliado-amigo (Rato). Pero ARG, tras ganar dos difíciles autonómicas y las municipales, tiene aura de ganador. Además es un populista frente al frío vicepresidente económico. Pero, ¿por qué Aznar haría un favor a su adversario? El mutuo desdén se ha esfumado y Gallardón, disciplinadamente, ha dado la batalla de Madrid. Y ha dado la alternativa a Ana Botella, primera etapa de una carrera que puede ser meteórica si Gallardón se muda a la Moncloa. Es un punto.

Además ARG, humilde, asegura que el candidato del PP necesitará a Aznar para ganar. Y cualquier ambición mundial de Aznar saldría reforzada con una victoria de su sucesor. Y si el destino extraespañol de Aznar abortara, quizás el mando de Gallardón sobre el partido toparía con más obstáculos que el de Rato. ¿Otro punto? Aznar tiene verano complicado. Pero mientras la lucecita de Menorca arbitra entre Rajoy, Rato y Gallardón, el militante del PP puede ir a la playa tranquilo. El no tendrá que decidir en unas primarias y tampoco habrá un congreso desordenado con, ¡cuatro!, candidatos.