Cuatro días dan para mucho. En seis creó Dios el mundo y al séptimo descansó, así que en cuatro levantaríamos un mundo imperfecto, casi como el de ahora, sin luz o mar, ahora no recuerdo el orden de la creación, tendré que revisar el catecismo para la reforma educativa, por si acaso.

Cuatro días son la mitad de la semana, el puente de Semana Santa, casi el ecuador de una novena. Cuatro días yació muerto Lázaro y luego anduvo. Y si un muerto anda, mucho más nosotros, que somos unos vivos y queremos aprovecharnos de la pérdida de un familiar cercano. Menos mal que nos vigila desde la CEOE José de la Cavada . En un día puedes viajar hasta Helsinki, enterrar a un padre y volver tan ricamente, sobre todo ahora que no se viaja en diligencia.

En un segundo compras el billete por internet y embarcas en un vuelo con tu pena por único equipaje. A lo mejor tienes la mala suerte de que por ese aeropuerto no pasen aviones, como en Castellón, pero quién es perfecto. En un día viajas a la otra punta de España, por autovías de peaje construidas con el sudor de tu frente y los millones de otros; o te acercas a una estación inexistente para coger uno de esos trenes que no pasan ni pasarán por nuestra tierra.

Y quien dice el entierro de un padre, dice el de un hijo o un hermano, lo que viene siendo la familia; pero no se disculpe usted, señor Cavada, que la culpa es nuestra. Como dice, estamos demasiado sensibilizados con la muerte de nuestros familiares; y es que seguimos siendo personas, sobreprotegidas por la legislación franquista, eso sí, pero no robots, aunque todo puede arreglarse. Y en menos de cuatro días. Qué máquina.