Dramaturgo

En medio de esta guerra ignominiosa, en medio de esta barbarie injustificada, conocemos las condenas que el régimen cubano ha impuesto a intelectuales, escritores y disidentes y la náusea toma fuerzas, se hace más grande, insoportable, y el asco y la impotencia que nos corroe ante tanta miseria humana, se multiplica... Irak hoy, Cuba hoy...

La salvajada que suponen esas condenas a poetas, artistas, abogados, ciudadanos y ciudadanas en general que discrepan de Fidel Castro, no debe pasar inadvertida entre el polvo de la guerra y el humo de los bombardeos. Quienes estamos día a día alzando nuestras voces para pedir que cese esta guerra inmoral, tenemos la obligación de alzarlas contra este gesto de intolerancia, contra esta agresión a los derechos humanos en Cuba. No hay justificación posible, no valen explicaciones de supuestas conjuras, de conspiraciones más o menos febriles; no sirve la represión preventiva como tampoco sirve una guerra preventiva. Si Fidel quiere acorazarse, blindarse ante quienes reclaman libertad, no podemos permitir que lo haga utilizando como escudo humano a su propio pueblo.

Esas condenas deben anularse y los condenados deben recobrar su libertad, no hay otra opción. El espíritu de Guantánamo, donde hemos conocido el nulo respeto de Bush por los derechos humanos, no debe extenderse a toda Cuba.

He escrito más de una vez que la dignidad me lleva a reclamar la justicia por encima de intereses bastardos y pienso que esa misma dignidad me hace situarme al lado de quienes han sido enmudecidos. La imagen de Zoé Valdés clamando solitaria en un vestíbulo del aeropuerto de Barajas, se debe completar con nuestros rostros y nuestras voces.