Como era de prever, la sentencia del Supremo sobre el edificio del cubo de Biblioteconomía ha suscitado una oleada de reacciones con la misma intensidad que ya se produjeron con ocasión del primer pronunciamiento judicial adverso para la Junta y para el consistorio.

Se trata de un asunto endiablado para el que se necesita voluntad negociadora y que los protagonistas del mismo --Amigos de Badajoz, de un lado, y Ayuntamiento y Junta, de otro-- sean capaces de admitir que deben perder parte de su posición para llegar a un acuerdo. En este sentido, lo primero que no hay que perder de vista es el reconocimiento del derecho que asiste a la asociación citada de hacer que se cumpla en todos sus términos la sentencia del Supremo, que para eso estamos en un Estado que acata las leyes. Lo cual significa que han sido las instituciones, y no Amigos de Badajoz, las que han metido a la ciudad, a su casco antiguo y a la Uex en este embrollo. No es la mejor política ir hurtándole el cuerpo al toro de la responsabilidad y desparramándola entre los demás. Hay que asumirla. Y asumirla significa que políticamente paguen quienes cometieron lo que ha resultado una ilegalidad y un dispendio que puede alcanzar los 13 millones de euros. No se entiende, por tanto, que el alcalde de Badajoz participe en la manifestación convocada para el próximo jueves contra el derribo del cubo, porque en las manos de Miguel Celdrán ha estado que esa edificación, de hacerse, se hubiera hecho en las condiciones de legalidad exigidas. Tampoco se entiende que la manifestación se convoque para presionar a Amigos de Badajoz con el fin de que renuncie a lo que en derecho ha ganado. Más pertinente sería su convocatoria contra quienes han hecho lo que ha resultado una chapuza.

Con todo, la situación es tan delicada que para superarla también es necesario que Amigos de Badajoz abandone la posición maximalista. En estos momentos, la defensa del patrimonio de Badajoz está más cerca del mantenimiento del cubo que de su derribo. A fin de cuentas, también forma parte del patrimonio de la ciudad un centro universitario como este, y también forma parte del patrimonio de Badajoz el papel que juega en la rehabilitación de la zona centro. ¿Qué quedaría si el cubo se derribara? La alcazaba en su estado anterior a esa construcción. ¿Es eso lo que la ciudad necesita? ¿El servicio que la alcazaba presta a Badajoz es mejor con cubo o sin cubo? Son preguntas que Amigos de Badajoz tiene la responsabilidad de contestar. Seguro que con el dinero que se habría de emplear en dejar la alcazaba en su estado anterior a esa construcción, que es estrictamente lo que dicta el Supremo que hay que hacer, se pueden encontrar fórmulas arquitectónicas para suavizar el impacto sin tirar el edificio. E incluso podría sobrar dinero para sufragar un plan de mejora del patrimonio de la ciudad. Y es que el maximalismo no salvará esta situación. Actitudes como la de IU, que sin que haya participado en este procedimiento ni se haya esforzado por defender la alcazaba como lo ha hecho el colectivo conservacionista dice que exigirá el cumplimiento del fallo en el caso de que Amigos de Badajoz no lo haga, son precisamente las que sobran en este asunto. El derecho a defender la alcazaba hay que ganárselo. Y aquí los únicos que se lo han ganado son Amigos de Badajoz.