Mejor no recurrir a la (fácil) apelación al vínculo Venezuela-Podemos. Si ha existido o no financiación por parte del gobierno bolivariano a los de Iglesias es una cuestión a dilucidar por los órganos competentes. Entra dentro de una terrible verdad: la financiación de los partidos políticos en España carece de una regulación acorde con los tiempos. No parece de recibo que, a día de hoy, la transparencia sea todavía un capítulo por cumplir, que los recursos económicos sean en su mayoría fondos públicos y que el Tribunal de Cuentas se encuentre en plena carrera de obstáculos cuando pretende simplemente hacer su labor.

Tampoco creo que nuestros partidos (con la excepción de Ciudadanos) estén con el ánimo de tirar la primera piedra en esto. Algo nos dice que, situados en el silencio stampa, algunos ganan más que aireando de dónde sale tal dinero y adónde va. Por cierto, sobre la posible financiación irregular alguna vez he oído a algún portavoz de Podemos defenderse argumentando que su financiación no proviene de bancos sino enteramente de sus simpatizantes y se puede ver completa en su web. Una defensa de lo más infantil: por defecto, las irregularidades se ocultan y se encuentran precisamente en aquello que no aparece en los papeles públicos.

Cierta vez comenté que parecía "peligrosa" la actitud de los dirigentes de Podemos y me preguntaron por qué. Caracas quizás pueda ayudarnos a explicarlo.

No puedo negar que me preocupa la "indefinición" ideológica en la que se sitúa Podemos. Ya que su propio líder no duda en situarse en la izquierda radical (lo que escribió recientemente en la revista británica "New left review"), que muchos de sus miembros vienen del comunismo y que acaban de alcanzar un pacto con Izquierda Unida, declaradamente comunista, me extraña que insistan en su transversalidad. No parece más que una añagaza para arañar votos, tan criticable como cuando el resto de partidos se pega por ocupar el centro político, como si fuera un paraíso hecho de escaños.

El caso de Venezuela es paradigmático. Es innegable la relación que han mantenido los "principales" de la formación morada antes y después de Chávez. Están en su derecho si creen que Venezuela es un modelo de organización de sociedad. Están en su derecho si, incluso, quieren rectificar (de sabios, dicen) y sólo creen que parte de lo que se hace allí es ejemplar. Lo que no dejan de estar es errados.

El doble juego/rasero que tiene la formación morada con Venezuela es evidente. Hasta ahora, Podemos se ha negado a condenar los encarcelamientos a líderes políticos en Venezuela, tachándolos de presos comunes. Y califica a Otegi de "preso político" en España, cuando ha hecho apología de terroristas condenados por delitos de sangre. Todo muy de trazo grueso y cogido por los alfileres de la pura hipocresía.

Podemos explica lo que pasa en Caracas en clave española, y lo curioso es que está alentando en parte de la población española (justamente indignada con mucho de lo ocurrido en los últimos años en nuestro país) una identificación con los líderes venezolanos como una barrera anticapitalista, que sólo puede defenderse desde la ignorancia de aquellos que no conocen Venezuela. O desde la arrogancia del engaño impune. Se pretende hacer ver que allí, como aquí, existe una emergencia social, unos líderes acosados por el poder político y una corrupción institucionalizada. No, no y no.

No se dan cuenta que las condiciones de vida en España son infinitamente superiores a un país donde es complicado encontrar ya alimentos o productos que consideramos básicos en nuestras vidas. Un hecho tan cotidiano como comprar el pan es un viaje de Ulises en toda Venezuela. Tampoco existe más presión para Maduro y los suyos que la propia de un pueblo asfixiado. Ellos han sido el sistema, y han conducido al país a una indudable quiebra. Lo que toma más relevancia si tenemos en cuenta que Venezuela es un país rico, uno de los principales productores de petróleo a nivel mundial.

No, no hay nada que emparente la actual España con el país tropical. Afortunadamente. Pero veo crear un caldo de cultivo de una inexistente guerra social que lleva, por ejemplo, a que se califique en España de "asesino" al padre de Leopoldo López, padre de uno de los opositores condenados por el chavismo, en prisión desde hace más de dos años. Un hecho lamentable. Me pregunto qué hay en ese interés por retorcer la verdad. Me cuestiono si les mueve un ánimo de confundir (¿conducir?), mostrándose como los verdaderos defensores del "pueblo". El estado, decía un tal Luis, soy yo.