Heredó el primero de los tres cerditos una vivienda de protección oficial de los años 60, y dijo sin reparos: ¡Esta es la mía! La vistió de gres, la alicató y enfundó en madera de pino. Llegó la vivienda del primer cerdito a la inmobiliaria que regentaba el segundo de los cerditos, que dando un paso más aumentó el precio del primero en 12.000 euros. Tras mucho floriteo logró endosar la vivienda al tercero de los cerditos, que la compró. En este cuento no aparece un lobo como tal, sino que cada uno de los cerditos es un lobo en sí mismo; el primero es lobo al poner a precio de oro lo que ni plata es; el segundo, al abusar del comprador ante la falta de ¡un bien de primera necesidad! Pero el tercero es el peor de los tres, al no ser lobo para los demás sino lobo de sí mismo. ¡El sólo se come cuando acepta un engaño a ojos vista y no lo denuncia! ¿Cuándo terminará el negocio inmobiliario? Que la ministra Trujillo se dé prisa. MARIA ZARZA RUIZ Cáceres