Parece ser que en el tuétano de las joyas de una conocida marca de lujo se han encontrado materiales plásticos o resinas sintéticas, no sé, sustancias que, en definitiva, no eran oro. Hay un presunto engaño ahí en fase de investigación, pronto se aclarará. Los días que en casa había cocido, cuando yo era pequeño, nos peleábamos, como en la Prehistoria, por el tuétano, cuyo aporte de calorías resultaba extraordinario. Entonces no sabíamos lo que era una caloría, pero teníamos experiencia del frío e intuíamos cómo aminorarlo. Cuando lograba arrebatar el hueso a mis hermanos, extraía su contenido y lo extendía sobre una rebanada de pan cuya miga, al empaparse, sabía a gloria. Pienso ahora qué habría ocurrido si nuestro carnicero se hubiera dedicado a sustituir aquella sustancia medular por un producto menos energético. Tal vez el tuétano careciera del valor simbólico que le atribuimos cuando nos referimos a él para señalar la importancia de algo: el tuétano de la legislación, el de la política, el de la poesía, el de la actividad económica, etc.

El otro día estuve en un restaurante donde servían tuétano al horno. Utilizaban de continente el propio hueso, partido de forma longitudinal. Daba gusto acceder con aquella facilidad al milagro gastronómico de mi infancia. Téngase en cuenta que el tejido de la médula es el encargado de producir los glóbulos rojos (unos quinientos mil millones al día en nuestro caso), además de los linfocitos, tan preciosos para el sistema inmune. Cuando se habla de un «asunto medular», se pretende destacar algo de la máxima importancia: la médula de un negocio, de una filosofía, de un sistema educativo. Del mismo modo que todos los vertebrados tenemos esqueleto, todo saber que se precie debe contener un núcleo irradiador de su doctrina. El de la empresa de joyería supuestamente estafadora es mero plástico. Basura.

¿Tiene la realidad (lo que llamamos realidad) un tuétano, una médula, un núcleo, un cogollo? De tenerlo, sería un cuento. Es un cuento. Venimos de ahí, del cuento. El sistema linfático del mundo es un cuento. Si hiciéramos un corte longitudinal en el hueso de la realidad, veríamos que dentro hay un cuento. ¿De quién depende que termine mal?

*Escritor.