TEtsta semana tuve una experiencia interesante, caminando por la calle observo a un señor mayor apoyado en su silla de rueda y al instante se cruza con una señora que lleva en un carrito a un niño de un año. Se para, los mira y dice: desde ahí hasta donde estoy yo es el recorrido natural de una larga vida. Sin duda, se trata de una aseveración con gran certeza. Continúo en mi camino y veo a una señora mayor, que apoyada a una pared parece descansar cargada con bolsas y el resto de personas que deambulamos a su alrededor nos percatamos poco de esta situación, al entender que ambos nos llevan por delante unos pasos en el recorrido vital de su existencia.

No obstante, me interesa mucho analizar esa diferencia intergeneracional que existe entre un niño de un año y un anciano de más de ochenta años. Distintas etapas pero de recorridos similares, de ahí que, cuando prestos en edades, que no alcanzamos aún el hecho de la vejez tratamos de solventar esas diferencias generacionales con situaciones de aislamiento hacia nuestros mayores estamos cometiendo no sólo una injusticia, sino renegando de nuestro propio futuro que aunque pudiera resultar lejano, en una vida humana puede ser más inmediato de lo que parece.

Esta sociedad denominada de las nuevas tecnologías y del conocimiento se muestra incapaz de ofrecernos instrumentos de comunicación entre generaciones, cuando hablo de comunicación me refiero a entender ambas realidades. De hecho una percibe en ocasiones demasiada intolerancia hacia aquellos que difieren temporalmente de una u otra generación. Aún más, en esta sociedad del whatsapp somos incapaces de tolerar una comunicación que no sea la que se establece entre el teléfono y el sonido de los emoticonos. Es el aislamiento por falta de vínculos entendibles para expresarnos, un aislamiento que ha conllevado que esa especie de entente existente entre generaciones más jóvenes y la de los más mayores se haya convertido en un limbo que difícilmente vamos a poder conseguir que confluyan.

XY LOx circunstancial de todo ello lo constituye el hecho de que efectivamente las nuevas tecnologías y el lenguaje de las redes sociales nos ha descubierto el mundo de las experiencias no vividas, por la que los más jóvenes ya no se sienten en la situación se ser receptores de esa realidad contada por sus mayores, les hace casi inservibles, por duro que pueda parecer en su espacio temporal. Ese lenguaje intergeneracional se va perdiendo y esta sociedad está cada vez más abocada a los denominados compartimientos estancos: el niño/niña, madre/padre, abuelo/abuela.

De hecho en ese mismo camino en el que observaba ese deambular de diferentes generaciones, pude percatarme de los cuidadores de ambas generaciones de un extremo a otro. El señor mayor iba acompañado de una señora, y el pequeño de otra señora. Sus cuidadores que no sus familiares, daba la impresión, por el reflejo de la situación, de que se trataba de un aparcamiento temporal de ambas generaciones, pero cada una por su lado. Y así en la acera se situaban en paralelo.

Puede ser una instantánea de un momento puntual en una ciudad lo que yo vi, pero siento que esto es más frecuente de lo que parece, pues así lo veo y me percato de ello.

En este sentido, mi cuestionamiento viene al hecho de si lo que sobre la realidad percibo tiene algo que ver con lo que algunos cada vez echamos más de menos esa falta de comunicación intergeneracional. Como si la diferencia de edad fuera un elemento diferenciador y distorsionador de las relaciones humanas, porque con la realidad de una sociedad cambiante, se tiene poco tiempo para avanzar todos en la misma dirección.

Es algo así como no puedo pararme con aquel que lleva otro ritmo, menor que el mío, para no perder comba de la vida. Augurando a esta sociedad el marchamo de una sociedad de déficit solidario, porque es incapaz de atender a aquellos que habiendo recorrido un largo camino en sus vidas, ya para el momento actual tienen poco que aportar. Y si esto fuera así habría que empezar a preocuparse, porque no se puede medir la vigencia y salud de una sociedad en los que aportan y los que dejaron de aportar. Porque además de ser injusto constituye una auténtica falacia.