Una decepción. Ahora resulta que se es homosexual por amor, no por obra y gracia de la genética. Lo confirmaba el jueves la revista ‘Science’, que publicó los estudios realizados por la Unidad Genética del hospital de Massachussets y por la Facultad de Medicina de Harvard, según los cuales se demuestra que no existe un «gen gay», dicho en su jerga british. Es decir, nadie nace homosexual, sino que la homosexualidad está en el ambiente. ¿En el mal ambiente? Los homosexuales, tanto hombres como mujeres, deben de estar desolados: la ciencia les prueba que aman solo por amor, no porque vengan genéticamente programados para hacerlo. ¡Ay, viciosillos!

Aparte el gasto que habrán supuesto tales estudios, la pregunta es por qué, o para qué. ¿Acaso la homosexualidad es una enfermedad? ¿Acaso lo son los ojos azules, por ejemplo? Se entendería un estudio genético sobre la pancreatitis, un suponer, o sobre los suicidios, que también tienen su gen, dicen. Lo que no se entiende es que la homosexualidad sea objeto de estudio genético y que, para garantizar su fiabilidad, haya contado con 470.000 personas --esa es la cifra, según los estudios-- a fin de demostrar los resultados. Y los resultados confirman, en términos genéticos, que la homosexualidad es mayor entre hombres que entre mujeres. ¡Pobres lesbianas, que hasta la ciencia las desmiente! Genéticamente, su homosexualidad sería impostada.

Debe de ser la primera vez que la ciencia le dé la razón a la religión, tan necesitada --la religión-- de cargar contra la homosexualidad y sus derivados. Sobran los ejemplos, por conocidos. Pero debe ser también la primera vez que la religión debería de dejar la homosexualidad como «un vicio nefando», en tanto que si la homosexualidad nada tiene que ver con la genética, al decir de la ciencia, solo lo tendrá que ver con Dios, creador de sus criaturas. Si no se ama por obra y gracia de los genes, es obvio que los homosexuales -mujeres, hombres- se aman por obra y gracia de Dios.

* Funcionario