He escuchado en la radio en un programa matinal, que en un aeropuerto de los EEUU, retuvieron a un niño de cinco años, pues su nombre coincidía con el de un delincuente buscado por las fuerzas de seguridad estadounidenses. Al parecer, al observar en el listado de pasajeros de un vuelo el nombre del reclamado por la justicia, decidieron llamar a este por la megafonía de las instalaciones, y allí que se presentó el pequeño de la mano de su progenitora y no se crean que al ver al rapaz, los responsables de la seguridad soltaron un --"uy! Disculpe señora, creo que nos hemos equivocado de individuo". No, no, ellos siguieron en sus trece y pusieron patas arriba a madre e hijo en busca de vaya usted a saber qué. De todas maneras y nos guste o no, los señores yo nunca me equivoco nos han dado con ello toda una lección de cómo se debe eliminar todo rastro de delincuencia del planeta, un método que de sencillo y evidente había pasado desapercibido a nuestros ojos y no es otro,... ¡que utilizar la megafonía! Sí, sí, se llama a los delincuentes por unos altavoces y allá que se presentan raudos y en formación. Qué torpes somos, cómo no se nos habría ocurrido a nosotros, con lo simple que acabar con ETA nos habría resultado, solo teníamos que ponernos en las plazas de las localidades vascas y vascofrancesas, tomar un megáfono y gritar ¡Fulatino, menganito!, no, no, perdón, ¡Fulanolarra!, ¡Menganogoitia!, ¡hagan el favor de pasar por la plaza del ayuntamiento! Y ya´stá, click, click , una esposa en cada muñeca y a chirona. Pero qué listos que son estos tíos.

Ricardo Hernández Martín **

Cáceres