TPterdió la Roja y la negra sombra de la decepción oscureció aun más el corral mojado que parece hoy España. Tras las fundadas esperanzas, el palo morrocotudo. Pese a la criticada prima, se calcula que el vencedor del Mundial incrementará su PIB un disparate y la responsabilidad fue una losa sobre los pies de nuestros héroes. Hallar al culpable ha sido luego el deporte practicado, que eso es muy humano y aunque no mitiga la pena de los peques consuela a los adultos, más mezquinos ellos. Ahí tenemos al respetado Luis Aragonés , comentarista de lujo en una cadena exótica, cargando con estilo arrastrado contra el seleccionador actual porque yo sí que lo valía . Luego está ese curioso grupo de gente que, atribuyendo como Merlín y demás colegas brujos poderes mágicos a las palabras y víctimas de las guerras de sus antepasados, culpan al nombrecito y defienden que de haberla llamado la Nacional nada de esto habría ocurrido. Y por último, lean el inefable tabloide británico responsabilizando a Sara Carbonero del desastre hispano porque ojos verdes son traidores y no de mirada serena , versión británica y cutre del mujer tenías que ser . Quizá contagiada de la retórica malintencionada y sarcástica de nuestros vecinos del sur (que en realidad España limita al Sur con Gibraltar) nuestros políticos se han pasado la semana echándose los trastos a la cabeza por no hacer mudanza en su costumbre. El PSOE, émulo del gran Carlos III, encarna según Soraya el Despotismo Endeudado; el PP, según M Teresa es el Marxismo Leninismo y por supuesto, de la subida de la luz la culpa la tuvo Aznar . ZP envaina hasta que Edurne corone otro ocho mil o Nadal gane Wimbledon la interesada metáfora político-deportiva y aquí nada es lo que parece, nadie asume su parte de responsabilidad, la culpa la tiene siempre el otro y a nosotros, testigos inocentes, solo nos queda lamentarnos a la manera lorquiana "porque yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa". Creíamos que éramos una gran Selección y un gran País. Resulta que no. Por lo menos hasta mañana.
