Bajo los distintos mandatos de Hugo Chávez , Venezuela ha sido una democracia que el presidente exgolpista fue adaptando a su estilo plebiscitario, en el que no había espacio para los contrapoderes que requiere un auténtico Estado de derecho. Las inacabables muestras de emoción popular que su muerte sigue provocando ponen ahora al país caribeño un paso más allá, más lejos incluso del colmado panteón del caudillismo latinoamericano en el que reina Simón Bolívar , repetidamente citado ayer mismo. Lo sitúan en el camino del culto a la personalidad, como confirma el anuncio de que el comandante será embalsamado. Y eso no augura nada bueno. La imagen del cuerpo momificado de Lenin o de Mao Zedong salta rápidamente a la memoria. Pero más allá del recuerdo de aquellos dictadores, la necesidad de entronizar al comandante "invicto", como fue calificado ayer, refleja la debilidad de quienes van a recoger su herencia política.

Nicolás Maduro , crecido políticamente a la sombra del difunto, que lo nombró sucesor, y que desde ayer es el nuevo presidente, carece del carisma de su antecesor, aunque un carisma como el de Chávez debe ser irrepetible. Pero Maduro tiene otros factores en contra. Bajo la mano fuerte del comandante el chavismo estaba unido; lo estaba en el poder político y en el Ejército, que se confundían las más de las veces. Ahora mismo resulta difícil saber si esta unidad se mantiene, pero no es aventurado pensar que una vez baje la emoción aparezcan grietas en el movimiento.

El particular momento de duelo en todo el país, unido a la debilidad de una oposición perjudicada además por la oleada de conmoción popular, asegura la victoria electoral del chavismo en las elecciones que se celebrarán en 30 días. Pasado este periodo catártico llegará el momento de abandonar la retórica y afrontar los auténticos problemas que azotan a Venezuela que la enfermedad de Hugo Chávez había dejado en situación de espera pese a su gravedad y urgencia.

La elevada tasa de inflación que sufre, el desabastecimiento de productos básicos o el altísimo nivel de violencia en las calles de Venezuela se situarán en primer plano. Los nuevos gobernantes deberían tener el valor de cambiar las reglas de juego impuestas por Chávez y encarar estos asuntos. Asimismo, y eso seguramente será difícil, modificar las relaciones con Cuba y Estados Unidos. Chávez ha sido único y así debería seguir.