Hay cuestiones que duermen olvidadas en el subconsciente colectivo, y que pueden permanecer ahí latentes, larvadas y enquistadas durante mucho tiempo, hasta que el mal viento de una inercia extraña las hace despertar, y reaparecen con la intención expresa de encender la mecha de un debate en la conciencia social.

La puesta en libertad de determinados presos sin que estén debidamente rehabilitados suscita el temor sobre un potencial riesgo de reincidencia, al tratarse de individuos como el violador de la Vall d´Hebrón, con una condena superior a los trescientos años por haber agredido sexualmente a dieciséis mujeres, pero que merced a una serie de beneficios penitenciarios se incorpora a la sociedad con todas sus facultades intactas para volver a delinquir, a pesar de contar con el antecedente de que en 1990 salió de la cárcel tras haber cumplido siete años de prisión y sólo tardó nueve días en cometer una nueva agresión.

Este tipo de casos hacen que se enciendan todas las alarmas, ya que no basta con haber saldado su deuda con la sociedad para que individuos de estas características queden en la calle a merced de sus impulsos, como una bomba de relojería que puede explotar en momento más inesperado, tampoco es lícito que se les retenga por más tiempo, ya que la doctrina Parot, a la que invocó la fiscalía y algunos colectivos feministas, fue desestimada por considerarse improcedente en este caso, lo que le hubiera obligado a permanecer en prisión durante cuatro años más. La sociedad ha de dotarse de los instrumentos necesarios para impedir que la calle sea destino final de delincuentes sometido a trastornos paranoides de la personalidad, individuos ante los que fracasaron todas las terapias, y que rehusaron someterse a ningún tratamiento farmacológico, al efecto de reducir la agresividad y el deseo sexual, a base de suprimir los niveles de testosterona, un método utilizado en Suecia y Alemania que resulta poco eficaz ya que la mayoría de las alteraciones que provocan estos trastornos están relacionadas con cuestiones de tipo mental, psicológico y neuronal, por lo que no tiene razón de ser que se pretenda combatirlas actuando desde ámbitos meramente físicos, además esta clase de terapia necesita del consentimiento previo del delincuente para ser aplicada.

Se imponen actuaciones desde el punto de vista sanitario, psiquiátrico o neurológico, pero sobre todo se trata de encontrar alternativas que ahorren a la sociedad el vergonzante espectáculo de la reincidencia, camuflado bajo la apariencia de un nuevo modo de miedo, personificado esta vez en un delincuente con nombre, apellidos y un perfil concreto.

XNO SEx pueden pasar por alto las consecuencias que las violaciones provocan en la sociedad en general y en las víctimas en particular, con unos traumas cuyas secuelas psicológicas suelen perdurar a lo largo de toda una vida, ya que a la agresión física hay que añadirle otra mental derivada de comprobar la impotencia con la que actúa el poder judicial, quien una vez cumplidos los años de condena, no tiene más remedio que excarcelar a quienes no dan señales de estar ni recuperados ni arrepentidos.

La privación de libertad además de apartar al malhechor de la calle, ha de servir como procedimiento disuasorio y reparador del daño causado, pero también como una terapia regeneradora capaz de provocar un cambio de actitud con una intención expresamente correctiva, fruto de un sincero arrepentimiento sin el cual la reinserción carecería del mínimo efecto.

Para ello se precisa la reforma de algunas leyes que regulen los beneficios penitenciarios, de forma que exista una proporcionalidad entre las condenas y las reducción de penas, ya que resulta inexplicable que alguien condenado a 311 años, cumpla solamente 16 ¿Qué méritos, a parte de haber hecho algunos cursos de yoga, concurren en este individuo para que se le aplique semejante reducción en su condena? ¿Qué garantías, a parte de una vigilancia no invasiva, tiene la sociedad de que este delincuente no va a volver a reincidir?

Aunque las patologías sociales han existido siempre, convendría indagar sobre las causas que originan esta cada vez mayor afluencia de personas hacia unas prácticas de perversión que ponen en riesgo la integridad física y psicológica de los demás, preguntándose sobre si estas formas de hedonismo, de transgresión individualista y de excesiva permisividad que se han instalado en nuestra forma de vida, pudiera tener alguna relación con esta perniciosa influencia.

Cuando nos enfrentamos ante cuestiones como éstas, no debemos dejarnos llevar por la insensata retórica de una demagogia seudo progresista, sino tratar de buscar soluciones desde los diferentes ámbitos, de forma que se corrijan o atenúen estos comportamientos en evitación de que la sociedad tenga que seguir sumida bajo este aparente mutismo de inerme vulnerabilidad.

*Profesor