Cada día me impresiona más el afán de nuestra ministra del aire que respiramos (Cristina Narbona) para meterse en charcos. Ahora ha elegido el de los toros.

Desde el desconocimiento y desde su opinión oficial, se atreve a embarrarse y ... Que salga el sol por Antequera. ¿Pero qué pinta su ministerio en el planeta taurino?... Seguramente nada, por lo que su opinión habrá que entenderla atrevida y propia del diablo que cuando nada tiene que hacer, con el rabo mata moscas.

Usted, todavía no sabe el favor que le hace a los toros, metiéndose con ellos, razón por la cual desde mi respeto a su opción personal, le agradezco su ignorancia, pues siempre que alguien los trató de atacar, la fiesta salió reforzada.

Mire usted, con independencia de que nos gusten o no los toros, parece ignorar que la fiesta de toros perdurará por tratarse de manifestación nuestra, no importada, que sobrevive a modas, por poner de acuerdo a andaluces, extremeños, vascos y castellanos, por ser la cultura que nos posee, en lugar de otras culturas que alguien como usted nos recomienda poseer.

Al toro lo criamos, lo banderilleamos, lo aplaudimos, lo pitamos, lo condenamos, lo indultamos, lo descuartizamos y hasta nos lo comemos. Observo al toro como símbolo, totem y temperamento y comprendo la tarde de toros como expresión lógica y consecuente de un pueblo que tiene obligación de ser moro, judío y cristiano al mismo tiempo.

Pan y toros, pedía el pueblo no hace demasiado tiempo para contar la existencia.

Para hacer arte, con la vida en juego, para llamar fiesta a un rito tan sangriento, no se precisa más condición que la que tuvieron los conquistadores.

Llegan hasta el coso espectadores a pelotones, curiosos y aficionados para presenciar esta singular fiesta, sin guión, donde los toros y los toreros juegan a cumplir, a fracasar, a triunfar, a vivir y a morir.

Seguramente sea la fiesta de toros un gaje de este recio y hermoso destino que conlleva oficiar de español.

Cuando Abderramán III consideraba a Azahara decía: "no la amo porque sus labios sean dulces, ni brillantes sus ojos, ni porque de sus dedos salte el gozo ni sienta el agua en mi garganta, al mismo tiempo que la sed, la amo porque no tengo más remedio que amarla, pues mi poder no llega a tanto". Pues eso le pasa a nuestros pueblos con los toros. Los toros y una Virgen y trate de quitar el toro o la Virgen.

Me gusta invitar a nuestra ministra del Medioambiente a continuar divulgando su desconocimiento taurino, para servirnos de su atrevimiento y reforzar el significado y las raices de esta fiesta.

¿Quién determina qué es civilización?... ¿un ministro?... Los toros son nuestros y si Europa no los respeta, trataremos de explicarlo... Y si no lo comprenden (que no es el caso de Francia e Hispanoamérica), se lo tendremos que respetar. Pues que nos repete Europa.

En cualquier rincón de la piel de toro se cría, se pule, se sacraliza, se poetiza, se pinta y se musica al toro y sin embargo usted, señora ministra, sigue sin comprender cómo esta fiesta trata mágicamente de transformar la violencia en arte.

Juan Amarilla Domínguez **

Cáceres