WLwa Cumbre Iberoamericana de Salamanca ha transcurrido con la excesiva formalidad con que se programó. No ha habido más sorpresas que la tardía condena del bloqueo --ni siquiera embargo-- de EEUU a Cuba. Es injusto endosar al presidente Zapatero la responsabilidad política de los documentos que se presentaron, porque la decisión se tomó por la mayoría de los reunidos.

Cuba, incluso sin la presencia física de Fidel Castro, ha sido el tema de conversación más habitual, pero no el más importante. En la cumbre se han dado pasos significativos para coordinar la lucha contra la pobreza y la desigualdad en la que viven más de cien millones de ciudadanos latinoamericanos que merecen mejor suerte.

El comunicado final de Salamanca pone el énfasis en la justicia social y la democracia política. Para que no sea una proclama vacía, la representación española ha sabido lanzar una propuesta innovadora: canjear deuda pública por inversiones en educación. Para completar la agenda de cambios, la cumbre ha acordado la creación de un órgano permanente de seguimiento y ejecución de sus programas, con sede en Madrid, dirigido por Enrique Iglesias, un respetado dirigente de la cooperación iberoamericana.