Considero una verdad incuestionable que sobre la humildad se fundan todas las demás virtudes. El humilde se conoce a sí mismo, se acepta como es y cuando sobreviene un fracaso no lo achaca a la conjura de los necios sino que aprende de los errores y sigue su camino; no se hunde ante las críticas y no odia al que discrepa de él. Por último, sabe cuál es su lugar, y nunca, por mucho que le hayan encumbrado la suerte o la valía propia se cree más que los demás, ni tampoco su víctima. Por eso abrigo la esperanza de que las diversas y públicas curas de humildad de los últimos meses sirvan para mejorar a los que las han recibido. En el caso de Ibarretxe y su partido sé que espero en vano. Su fracaso sólo consiguió hacer aflorar lo peor de ellos mismos. De forma diferente Zapatero sigue con dificultades para aceptar su ¿pequeño?, tropezón europeo, indagar las causas del pescozón ciudadano y asumir su parte de culpa. El moderado mandatario lo tiene difícil. Un enjambre de pelotas y aduladores le rodea y parece próximo al peligroso e inevitable síndrome de La Moncloa, o ¿será que su generosidad al asumir la venganza vasca en el Congreso le ha llevado a una situación de precariedad parlamentaria, que le obliga a negociar sin criterio aparente con izquierdas, derechas y centro o lo que es peor con nacionalismos aún más caníbales si cabe que el vasco? Menos trascendente pero clarificador aunque muy doloroso ha sido el inesperado coscorrón de la marea roja en Suráfrica. Los campeones de Europa, demasiado jóvenes, demasiado ricos, demasiado mediáticos sin duda han recibido un rapapolvo del que deben aprender. Personalmente la última cura de humildad me la ha propinado ese pomposo informe valenciano que señala --no denuncia-- que la inversión en Cataluña y Madrid en el último siglo cuadruplica a la extremeña y que a pesar del indudable crecimiento, nuestra comunidad sigue a la cola del país. Por más que en este punto quizá coincidan conmigo en que no se debe confundir humildad con resignación y en que tal vez nos haya llegado la hora de reaccionar.