Dramaturgo

Pitita Ridruejo, la auténtica, ha declarado que estos últimos quince días ha estado muy ocupada en Toledo haciendo un curso de Alfombras voladoras. Todo el mundo sabe que volar en una alfombra es tarea ardua y sólo se consigue si se va a Toledo y se hace un curso.

Dice Pitita, la verdadera, que al final, en el día quince, vuelan los alumnos, cada uno en su alfombra, siguiendo al monitor por encima del Alcázar.

Lástima que el general Moscardó y los que le rodeaban no vieran a esas alfombras volando por encima de Toledo, la guerra civil habría cambiado entonces y nos ahorraríamos a esta caterva de iluminados que dicen ahora que en Badajoz no se fusiló a nadie en su Plaza de Toros.

En Badajoz deberían hacerse cursos de Alfombras voladoras para que vuelen por encima del Guadiana y del Puente Viejo-Nuevo aquéllos que no se cansan de aprender nuestra historia local. Ya me veo a Alberto, el cronista, con un megáfono y subido en su alfombra, delante de una docena de alfombras y alfombrillas, enseñando las murallas, las piedras de cada puente, el lugar donde acampó Marwan y las ruinas romanas si las hay. Ya me veo a Fernando Valdés con chilaba subido en su alfombra y rascando una lámpara de cobre que le dieron como material de trabajo en el curso de Lámparas maravillosas que imparte Juanjo Monroy en el Samarkanda. Ya me veo, ya, a todos, a los amigos y a los enemigos de Badajoz, cada uno en su alfombra persa y revoloteando por encima de la Facultad de Biblioteconomía. ¡Qué gozada! En Badajoz hay que dar cursos de alfombras y lámparas, y, si llega el presupuesto, de serpientes encantadas, porque hay mucha víbora suelta y mucho flautista en paro.