Parece que tendremos investidura en segunda votación. No ha sido fácil y el coste alto, aparentemente la fractura interna del PSOE, aunque déjenme que discrepe, lo que pareciera división ideológica no es más que un conflicto de intereses, unos por no necesitar y otros por estar necesitados. Ante los «no es no», socialistas con pan, estaban los abstencionistas, socialistas sin pan, que dejaron al primero intentar Gobierno, sin éxito.

Nuestro presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, ha sido de los primeros en abogar por la abstención. Dicha postura le ha acarreado críticas desde su propio partido, creo no solo injustas sino egoístas. Extremadura no es Cataluña ni el País Vasco, donde hay metafóricamente hablando «pan» (con una autonomía y prebendas económicas claramente diferentes al resto de comunidades). Extremadura, necesita de un Gobierno para subsistir, igual que los presidentes de Andalucía, Susana Díaz; Extremadura; Aragón, Javier Lambán; Comunidad Valenciana, Ximo Puig; Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y Asturias, también presidente de la Gestora, Javier Fernández, han votado a favor de la abstención. Qué casualidad, aquellos que año tras año demandan un sistema de financiación más justa.

Desde mi modesta opinión y no soy ni pretendo entender de política --seguramente esté equivocado, pero es mi parecer-- nuestro residente ha preferido, a pesar de su propio beneficio político, salvaguardar los intereses de su región, que al fin y al cabo son también los intereses de su partido. Porque como cita el Quijote:

«No se pueden ni deben llamar engaños —dijo don Quijote— los que ponen la mira en virtuosos fines.

Y que el de casarse los enamorados era el fin de más excelencia, advirtiendo que el mayor contrario que el amor tiene es la hambre y la continua necesidad, porque el amor es todo alegría, regocijo y contento, y más cuando el amante está en posesión de la cosa amada, contra quien son enemigos opuestos y declarados la necesidad y la pobreza; y que todo esto decía con intención de que se dejase el señor Basilio de ejercitar las habilidades que sabe, que aunque le daban fama, no le daban dineros, y que atendiese a granjear hacienda por medios lícitos e industriosos, que nunca faltan a los prudentes y aplicados», es decir, dame pan y llámame... lo que quieras.