Se acaba un curso escolar atípico, nunca imaginado en ningún escenario posible. Pero los docentes, que no la Administración, lo hemos superado a pie de obra, los docentes. Con nuestros recursos, con nuestro trabajo y con nuestra profesionalidad, sin ayudas, sin pago y sin reconocimiento, es más, con escarnio.

Cuando cualquier funcionario o trabajador, podría haber exigido los recursos y materiales para desarrollar su trabajo, legítimamente, pero los docentes no han tenido ninguna pega ni problema, ni requerimiento, a poner a disposición de alumnos y familias sus propios recursos, ordenadores personales, red wifi, teléfonos, habitaciones e imaginación y esfuerzo, para poder llegar a todos esos alumnos que nuestra Administración han dejado, o abandonado, a la profesionalidad altruista de unos funcionarios a los que han traicionado, y lo digo con pena, con sus recortes en plantillas, que conllevará paro, y sin una subida salarial del 2% que saben deben acometer tarde o temprano.

No sólo eso, se nos ha obligado del día a la mañana a cambiar todas las programaciones y metodologías, varias veces, según se cambiaba de opinióno parecer, y para ayer antes que para mañana. Ni hablar de los equipos directivos, a los que se les ha exprimido hasta su último aliento tanto en organización, pedagogía y administración, y esto último es de traca, de apaga y vámonos. Registros cerrados, oficinas, y centros administrativos, pero ahí tiene su centro educativo, que para eso son funcionarios docentes, y para los que no hay ley ni orden, sólo órdenes.

Sin embargo, no es mi intención la anterior. La mía es dar las gracias, porque además de mi condición profesional, soy padre de una hija que por suerte o desgracia acaba este año de pandemia su etapa preuniversitaria y doy las gracias a todos los profesionales que la han acompañado toda su vida escolar, pero especialmente a aquellos que le enseñaron que la Geografía, que nunca olvidarán, son las coordenadas de la latitud y longitud del cariño que le dispensaron, que la Historia que no olvidarán será la de aquel que se las enseñó, que la Música que siempre les acompañará será la del recuerdo de aquellos años, que las Matemáticas no siempre son dos más dos, a veces son cinco y seis, que enseñar no es una tablet o un ordenador, es el corazón, el empeño y las ganas que en nuestras vidas nuestros maestros dejaron.

Hoy quiero dar las gracias a todos aquellos docentes que han realizado el mayor trabajo que nadie pueda realizar, educar, y por ello, también quiero no reírle las gracias a aquellos que se atribuyen un éxito que hoy por hoy, tiene nombre propio, nuestros docentes.

* Maestro