Cuando yo era chica estudiábamos Historia Sagrada. Hoy se enseña poca historia aunque haya profesores magníficos y a los muchachos lo de sagrada les suena a un cruce de Semana Santa y el Señor de los Anillos pero en mis clases a veces les explico que aquella exótica materia convirtió la Literatura en una de mis pasiones. Porque la sabia monjita que impartía la lejana lección nos hacía leer la Biblia y nada más. Y aquellas épicas y desoladoras historias que se nutren de magia, castigos apocalípticos, pecados, trompetas, murallas derruidas, templos edificados, ídolos destruidos, suplicios, historias terribles de amor y lujuria, crímenes fratricidas, costillas, edenes, mujeres vengadoras, adulterios, estatuas de sal, paciencia infinita, torres soberbias que amenazan al cielo, diluvios universales, vientres de ballenas, arcas flotantes o de la alianza, seniles matusalenes, bebés inocentes a la deriva, desdichas, tablas de la Ley, héroes, villanos y setenta veces siete, supusieron para mi loca imaginación un filón inagotable de diversión y exploración de la naturaleza humana en un lenguaje de cantares y ejércitos. Crecí y supe que ese Libro es la seña de identidad de un pueblo que se llama a sí mismo el pueblo elegido y que el mismo fue a lo largo de la Historia, perseguido, diezmado, expulsado y torturado hasta la barbarie. Durante el siglo XX se convirtió en desgraciado protagonista del peor genocidio jamás imaginado. Y me pregunto como tantos, casi perdida la fe en el hombre cómo es posible que los que han sufrido el Holocausto y el horror de los getos desde Venecia a Lodz, los que han arrostrado la diáspora y la espantosa maldad de sus semejantes se comporten con tanta vesania. El pueblo de Ana Frank lanza bombas y usa alta tecnología de guerra contra piedras, hachas y canicas. Gaza es hoy Varsovia. David con pijama de rayas lucha contra Goliat. Ahora David es el filisteo pero no ganará. E Israel amparándose en su condición de víctima histórica y burlándose de la legalidad internacional profana así el recuerdo de sus muertos.