Más de una vez los vecinos y el sacerdote del barrio del Gurugú, en Badajoz, han comentado que en los medios de comunicación cuando sale una noticia negativa de violencia, robo, etcétera, no suele decirse el lugar o el barrio en el que sucede. Pero les llama la atención que cuando es en su barrio, va en la entradilla y en buen tamaño que ha sido en el Gurugú. No suele pasar lo mismo cuando es algo en positivo. Qué curioso, como estigmatizamos barrios y generalizamos sobre ellos. Hace unos días recogía a Encarni, catequista de mi parroquia que conocí en clase en Magisterio, ella es del barrio y ha realizado sus prácticas en colegios de este barrio y me comentaba cómo sus compañeras le decían que cómo se le ocurría coger esos colegios para las prácticas, y cómo se extrañaban cuando les explicaba que ella era de ese barrio y había pasado por colegios de ese tipo. Por eso hoy, siento gusto de hablar cómo el evangelio campea por esos corazones y esas calles. Os cuento una anécdota con carácter de categoría, de esas que habitan entre los pobres y los sencillos como Jesús de Nazaret, recordando aquello que decían de El: «¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?»

Mi compañera Mamen… Me gusta cuando Mamen me presenta ante la gente como su compañero de facultad, cuando participa en las fiestas del patrón. Recuerdo un día al final de su jornada, tras haber estado limpiando, estaba cansada por la limpieza a fondo de un aula, había ido hasta lo más oculto, lo que no se ve a primera vista, pero ella si lo ve. Se siente satisfecha, mañana solo tendrá que fregarla bien. Un año más queda dispuesta el aula con olor a limpio y a novedad. Ella une, con gracia, lo bello y lo limpio. Hoy se ha acercado una vez más al despacho y me ha dado una lección de vida y sabiduría de las que no están en los libros, de las anónimas pero notables. Venía cansada, tras su trabajo de limpieza, me hablaba de sus tareas e inquietudes. Últimamente estaba muy preocupada. Su tío Pauli, que sufrió un accidente de moto siendo adolescente, es minusválido, lo había cuidado hasta ahora su madre, ya mayor. Actualmente estaba más dependiente, enfermó, lo llevaron al hospital, pero no podía volver a su casa, muy pobre, no reunía mínimas condiciones. Su pensión de las más mínimas de minusvalía. Él lloraba de pensar que tenía que irse a una residencia. A ella se le rompía el corazón y, tras hablar con su marido, deciden prepararle la habitación de su hijo, llevarlo con ellos y cuidarlo. Ahora les tocaba un tiempo de libertad familiar con los hijos ya independizados, pero ella no podía dejar a su tío Pauli de esa manera. Le ha abierto su casa y le ha mostrado que «todo lo nuestro, del matrimonio, es tuyo». Ahora se tienen que organizar pensando en él, le cansa porque se suma a todo su trajín, pero vive en paz porque está haciendo lo que tiene que hacer.

Yo le digo que esa es la mejor devoción a la virgen de la Soledad que tanto quiere. Ahora la alegría del reino va en silla de ruedas. Pauli va feliz en su nueva silla con motor por todo el Gurugú, como un rey, porque hay alguien que lo quiere y le hace sentirse así. Su alegría es evangelio en el Gurugú, en Mamen y en Félix descubro yo el rostro verdadero de la compasión auténtica, de lo divino que está en ese barrio y no suele ser noticia.