TRtesucitó, resucitó. Y dicho esto emprendan ustedes el viaje de vuelta a sus casas y a sus vidas, se acabó hacer el "nazareno" de procesión en procesión, se acabó el hirviente frenesí de yantar a dos carrillos y se acabó el paseo entre encinas cogiendo espárragos, criadillas o nenúfares varios. Se acabó el susurro de la leña en la chimenea nocturna de las intimidades, y los rezos entre copa y copa. Se acabaron los potajes y las yagas del costado.

Se acabaron sus santas vacaciones. Todo el mundo a tocar tierra y teclado que mañana empieza un nuevo ERE. Mañana empieza el verdadero calvario doméstico con la puesta a punto de comidas, lavadoras, desayunos y uniformes; nuestra casa será un Gólgota en el que palidecer a ritmo de vuelta de tuerca. Pero de momento hoy nos invade el gozo de saber que la muerte es pasajera, que no viene para quedarse y que tras ella, el Padre nos brinda otra oportunidad.

La Cruz está desnuda, ¡circulen, vamos, circulen! EL ya no está donde ustedes le crucificaron el jueves. Ya no está allí, se ha ido de entre los muertos, busquen en otra parte, tal vez lo lleven en la maleta. Suerte si lo encuentran. ¡Circulen deprisa! aquí ya no hay nadie que pueda escuchar sus lamentos. Se fue de entre los muertos... dicen que al amanecer se extendió sobre el madero una luz crepuscular que iluminó el mundo.

Desde ayer ya no tocan a muerto.

Extremadura huele a Domingo de Resurrección, amanece empapada en aguas luciendo cascabeles de campanas; huele a despedida y ritual de almendros tardíos. Diviso el paisaje desde las alturas de mi viaje a casa y veo torrenteras y correntías que empapan el horizonte al paso de los montes. El cielo ha llorado borracho de dolor, todo y más, como queriendo decir cosas que no alcanza a expresar con nubes ni arcoiris. Menudo festín de lágrimas.

Ha llorado el cielo toda su rabia contenida desencadenando mareas verdes y oleaje púrpura. Ha roto aguas y han nacido miles de pequeñas "Extremaduras" sepultadas por la sed insondable de siglos. Ha llorado con la furia de María Magdalena y las madrugadas de crucifixión y latigazo han dibujado auroras boreales para no dejar solo en su Vía Crucis al Nazareno atormentado.

He tocado las nubes que rondaban por mi cabeza.

He jugado con ellas a hacer charcos de agua dulce en los caminos alfombrados de brotes de olivo y luego he conversado con una cigüeñas altivas de campanario. A veces incluso he sentido el peso del fin del mundo convertido en diluvio de silencios ante el desfile de Cristos apaleados, noche de Cristos sangrantes, Noche oscura del alma. Cristo Negro y Cristo Pobre. Cristo de las Heridas y de las Tres Caídas; Cristo de MedinaCeli, Cristo de la Buena Muerte, Cristo del Perdón, Cristo de la Paz. Cristo hecho un Cristo por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa.

Llovieron los cielos sobre la tierra y como en una profecía, los barros del sacrificio y las cadenas han florecido en primavera y Resurrección de la carne. LLueve sobre la mojada Extremadura que hoy despierta a la luz de las despedidas en las plazas de todos los pueblos. Los abuelos ven partir a sus nietos entre los bultos de maletas tristes que emprenden la marcha final empapadas. Han rezado el rosario con ellos, los han arrullado con la nana del Sermón de las Siete Palabras de fondo. Han hecho cofradía de hermanos en procesión de velas desafiando las aguas de un cielo negro siempre amenazante.

Domingo de Campanas y Carreritas, las casas del pueblo amanecen más vacías, se van los nietos llevando agua en los ojos, lluvia en los bolsillos, aguaceros de cariño, se van los nietos pero ya volverán convertidos en verano pidiendo verbenas y noches de patio extremeño. Domingo del Encuentro, toca decir adiós, hasta la próxima, buen viaje y despacito que no hay prisas. No olvidéis a los abuelos que harán tarde de domingo tras los visillos de la melancolía. Se van los nietos mientras la Cruz vuelve a su paz de iglesia desierta. Las calles del pueblo lloran de humedad y ausencia. Doblan la esquina las abuelas de domingo ya sin sus nietos, de vuelta al viaje de sus rezos y sus domésticas soledades. Volveremos al sol de cada día.

La vida ya sin nietos. En la retina, los versos de una saeta que alguien dejó prendida de un balcón la noche santa del Jueves Santo. Llovió toda la noche. Lluvia y Resurrección.

*La autora es periodista